Equinox Fin de Semana

Notas de Felix Obes Fleurquin y del Semanario Equinox Fin de Semana de Uruguay

Wednesday, July 21, 2010

Rien de rien

Rien de rien

"Los que tenemos ideas republicanas pensamos que un elenco gubernamental, una vez en el poder, comienza a administrar la empresa de todos y en común con los demás representantes electos. Así tendría que ser, nadie por sí solo lo sabe todo. Pero piensa en nuestra idiosincrasia, ¿acaso una vez alguien jerarquizado con un título, cualquiera sea, incluso Comisario de Policía, no da por hecho que su palabra es Ley? Y la misma persona, de entrada, ¿no actúa como si de ahí en más él representa la Biblia? Pero en el caso Mujica (¿Nardone? ¿César Batlle? ¿Tomás Berreta? Y hay más...) todos reían de su postura (y lo que es en sí), pero él estaba muy posesionado de su meta y su visión de mesías, así que llegó y tomó posesión del sillón. Pero ahí comienza lo que tú dices: “Y ahora, ¿qué hago?” Bocha, aceptamos todos que el que está arriba es el jefe, si sabe o no, si es mejor o no, ya no lo piensan más, hasta lo nombran con calidez y... ¡es el Pepe!" Antonio Fernández Arosteguy

Tiene razón Antonio, el Pepe, porque a él le gusta que lo llamen así, como a Perón le gustaba El Macho o a Hitler El Führer, tiene aceptación de la masa, es el el reflejo de su nivel y es como el uruguayo medio piensadebe ser el poder: omnímodo, totalitario, caserito, desordenado, desprolijo, irreverente, mediocre y tramposo.

No, no voy a escribir sobre la canción de Edith ya que no me gusta la canción ni me gusta la cantante, cosas de los gustos, porque además sufrí una sobredosis de la Piaf durante años de convivencia con una persona que solo escuchaba eso y quedé saturado de Edith, de Piaf, de la madre y de la abuela y me da alergia. Escribiré de Nada de Nada, que es lo que es este Poder Ejecutivo sin gobierno -porque gobierno no tenemos y eso lo percibe cualquiera, ya que el coche va en bajada y no hay nadie al volante- que no hace nada, no hace nada de nada salvo unas ridículas declaraciones que algún amigo llama, con benevolencia, "bien intencionadas" pero que yo llamo directamente ridículas y estúpidas, tal como el diccionario lo define.

Rematadamente ridículas y mal intencionadas porque solo uno que está de vivo -como se dice vulgarmente al que nos toma el pelo- y riéndose de la gente, que es la posibilidad que manejo, puede decir en forma coloquial, en esa molesta forma coloquial falsamente bonachona pero que yo creo es francamente descarada, que al Estado hay que modificarlo, que hay que hacer esto y aquello, porque solo un iluso o uno que quiere decir lo que la gente quiere oír y decir SÍ a todo, puede, desde un cargo de tal responsabilidad, de tan esperada responsabilidad, enunciar un deseo -que para mí es falso- de achicar al Estado para ser automáticamente contradicho por su propio equipo de seniles y no tanto, que han ocupado el vacío que dejaron en el gobierno años de irresponsabilidad de los gobiernos anteriores.

Y francamente falsos esos enunciados y nulos por nadedad, esto es, la condición de estar lleno de NADA, es cada cosa que este Poder Ejecutivo balbucea, sabiendo que enunciar deseos no es la forma de gobernar y, menos aun, decir que se desean cosas y hechos que en el fondo no se desean, porque van contra la naturaleza de quien la dice, los dice. Todos sabemos que ninguno en el gobierno tiene la más remota idea de qué hacer con él, que llegaron y ganaron porque la mayoria del país que los votó en un acto suicida, ayudado por la falta de opciones creíbles y por esa manía cholula del uruguayo de que vota para seguir la corriente y, total, que no pasa nada pues estamos en Uruguay y qué más malo puede pasar, así que votamos a este vejete con pinta de abuelo mamerto, a ver qué pasa.

Y lo que pasa es que no hay gobierno y el abuelo de marras está senil. Y está senil por más que me contradigan que no y que no, porque sus actitudes son claramente seniles y no se necesita ser geriatra para dictaminarlo. Está senil y en un estado de senilidad tupamara, que ya de por sí es una patología -ser o haber sido tupa es tener o haber tenido una patología social, como ser o haber sido nazi o comunista- la que sumada a la patología propia de la vejez, una vejez rencorosa, sino es la suya es de la mayoría de su entorno y plena de Nadedad y de ignorancia, que hacen imposible el gobierno de un país que va a golpe de balde.

No creo que sea o sean bien intencionados, ellos saben lo que quieren como país y ellos saben que NI siquiera los que los votaron querrían eso, así que juegan al tanteo con la realidad, tirando ideas, paveando, divagando, presentando proyectos inviables, amenazando tocar las cosas que no se deben tocar y, entretanto, no hacen nada de nada y no hacen lo que el país necesita, porque no saben hacerlo y no les gusta hacerlo y no hacen lo que ellos desearían hacer en su fuero íntimo, que es arrasar esta sociedad burguesa y capitalista, aun libre, porque no se animan y saben que no lo toleraríamos, así que entre lo que no quieren hacer y lo que no saben y lo que no se animan, señoras y señores, este gobierno tupa senil y sin planes, hace la plancha y no hace nada.

Y eso es lo que tenía que pasar si ganaba este y eso es lo que está pasando, lo que empieza recién a pasar y si sigue así, al bunker o al aeropuerto más cercano, porque al menor viento en contra, el capitán se marea y nos hundimos. El fantasma del hambre, de la corrida de inversores, del desempleo, de la emigración masiva, de la violencia no contenida, el fantasma de los peores días, puede aparecer de nuevo si el gobierno electo no comienza a gobernar. Pero, ¿cómo haría para hacerlo si no sabe por dónde empezar y solo está haciendo tiempo para que la Providencia lo haga por él?

Así es la cosa, como la cantaba la Edith que no banco, pero que en eso tenía razón: acá Rien de Rien, no pasa nada y seguimos a la deriva con la misma corrupcion, la misma estafa de las empresas del estado, la misma inseguridad y violencia y la misma soberbia de una clase dirigente digna del medio del Congo; del Congo ese en donde estan las tropas nuestras de la ONU que algun dia tendran que venir en mision de paz a su propio pais cuando esto se desbarranque del todo y seamos definitivamente un estado fallido como ese.

Félix Obes Fleurquin

Saturday, July 17, 2010

Las razones de la victoria de occidente La expedicion de los 10.000 Hanson

I. Las razones de la victoria de occidente

(fragmento)

Y al sonar la trompeta avanzaron todos con las armas por delante. Según avanzaban dando gritos y con paso cada vez más rápido, los soldados, por impulso espontáneo, se pusieron a correr hacia sus tiendas.

Esto llenó de espanto a los bárbaros; la misma reina de Cilicia huyó abandonando la litera, y los vendedores que estaban en el campo huyeron sin cuidarse de sus mercancías. Mientras tanto, los griegos llegaron riéndose a sus tiendas; la reina de Cilicia, al ver el lucimiento y buen orden del ejército, quedó asombrada. Y Ciro se alegró al ver el miedo que infundían los griegos a los bárbaros.

JENOFONTE, Anábasis*

I.2.16-18

Matones ilustrados

Incluso la dificultad de organizar a unos asesinos puede resultar reveladora. En el verano del año 401 a.C., Ciro el Joven contrató a 10.700 hoplitas -soldados griegos de infantería pesada armados con coraza, lanza y escudo- que habrían de ayudado en sus aspiraciones al trono de Persia. Estos soldados eran en su mayoría veteranos curtidos en las batallas de la reciente y prolongada guerra del Peloponeso - veintisiete años de luchas: 431-404 a.C.-, mercenarios reclutados en todos los rincones del mundo de habla griega, muchos de ellos renegados y exiliados. Tanto los que eran casi adolescentes como los que se encontraban en los últimos años de su edad adulta -pero en un estado de salud envidiable- se alistaron por dinero. En el desolado paisaje que había dejado una guerra intestina que estuvo a punto de acabar con el mundo griego, gran número de ellos se encontraban sin trabajo y tan desesperados que andaban a la búsqueda de un lucrativo empleo como asesinos. Sin embargo, entre las tropas de Ciro había también unos pocos y privilegiados estudiantes de filosofía y oratoria dispuestos a marchar sobre Asia codo con codo con los mercenarios desheredados: aristócratas como Jenofonte, discípulo de Sócrates, y Próxenes, general beocio. Había también médicos, oficiales profesionales, futuros colonos y, por supuesto, los ricos amigos griegos del príncipe Ciro.

Tras una triunfal marcha hacia el oriente de más de 2.400 kilómetros en la que consiguieron dispersar a todos sus oponentes, los griegos aplastaron las líneas del ejército real de Persia en la batalla de Cunaxa, al norte de Babilonia. Por destruir un ala entera de las tropas persas pagaron un precio exiguo: un solo hoplita herido por una flecha.

Empero, la victoria de los Diez Mil en el clímax del enfrentamiento por el trono persa se tornó inútil cuando Ciro, su jefe, se lanzó en pos de su hermano, Artajerjes, y tras internarse en las líneas enemigas cayó en manos de la guardia imperial persa.

Enfrentados de repente a las huestes enemigas y a antiguos aliados ahora hostiles, atrapados, a miles de kilómetros de su patria, sin dinero ni guías ni provisiones, sin el apoyo del aspirante a rey, con un número reducido de tropas de caballería y arqueros, los infantes expedicionarios griegos, huérfanos de jefatura, optaron por no rendirse al Imperio persa. En vez de ello se aprestaron a luchar, dispuestos a abrirse el camino de vuelta a Grecia. La brutal marcha que emprendieron hacia el norte a través de Asia y hasta las playas del mar Negro constituye el argumento central de la Anábasis (o Expedición a las tierras altas) de Jenofonte, quien formó parte de la misma y fue uno de los líderes que guiaron a los Diez Mil en su retirada.

Rodeados por miles de enemigos, capturados y decapitados sus generales, forzados a atravesar las belicosas tierras de más de veinte pueblos distintos, azotados por las ventiscas, cruzando pasos de alta montaña y estepas sin agua, víctimas de la congelación, desnutrición y diversas enfermedades, y obligados a combatir contra varias tribus salvajes, los griegos alcanzaron, pese a todo, la seguridad del mar Negro con sus fuerzas casi intactas menos de año y medio después de haber abandonado sus tierras. Además, derrotaron a cuantas tropas hostiles se cruzaron en su camino. Cinco de cada seis sobrevivieron a la expedición, y la mayoría de los que cayeron no lo hicieron en la batalla, sino bajo las nieves de Armenia.

Durante su ordalía, los Diez Mil se quedaron boquiabiertos ante los taocos, cuyas mujeres y niños saltaban desde los riscos de su aldea en suicidios rituales masivos. Los bárbaros mesinecos, un pueblo de piel blanca cuyos miembros mantenían relaciones sexuales en público sin el menor recato, también les causaron asombro. Los cálibes portaban en sus viajes las cabezas de sus adversarios masacrados. Incluso el ejército real de Persia les pareció extraño; su infantería, a la que a veces hostigaban con un látigo sus propios oficiales, huyó ante el empuje inicial de las falanges griegas. Lo que en última instancia sorprende al lector de la Anábasis no es sólo el valor, la destreza y la brutalidad del ejército griego -que al fin y al cabo no tenía más intereses en Asia que matar y hacer dinero-, sino la enorme diferencia cultural entre los Diez Mil y las aguerridas tribus a las que se enfrentaron.

¿En qué otro lugar del Mediterráneo marcharían filósofos y estudiantes junto a rufianes para aplastar las filas enemigas? ¿En qué otro lugar se sentiría cada soldado igual a cualquier otro miembro del ejército, o al menos se vería tan libre como él y tan dueño de su propio destino? ¿Qué otro ejército de la Antigüedad elegía a sus propios mandos? ¿Cómo pudo, en definitiva, un contingente tan pequeño y dirigido por un comité electo abrirse paso hasta su patria a través de varios miles de kilómetros y acosado por miles de enemigos?

En cuanto los Diez Mil, que semejaban tanto una "democracia en lucha" como un ejército de mercenarios, abandonaron el campo de batalla de Cunaxa, los soldados, de manera ya rutinaria, se reunieron en asambleas y votaron las propuestas de sus líderes electos. Cuando arreciaban las crisis, formaban comisiones ad hoc para garantizarse un número suficiente de arqueros, soldados a caballo y enfermeros.

Cuando la naturaleza o el hombre los colocaban ante algún desafío inesperado -ríos infranqueables, escasez de alimentos o enemigos tribales desconocidos-, se reunían en consejos para debatir y discutir nuevas tácticas, fabricar nuevas armas o modificar la organización de las tropas. Los generales electos marchaban junto a sus hombres y luchaban a su lado y daban cuenta de sus gastos al fisco.

Los soldados buscaban el choque cuerpo a cuerpo con el enemigo. Todos aceptaban la necesidad de mantener una disciplina estricta y de combatir hombro con hombro siempre que fuera posible. A pesar de su crítica escasez de tropas a caballo, no sentían otra cosa que desprecio por la caballería del Gran Rey. "Nunca ha muerto nadie en una batalla a causa del mordisco o la coz de un caballo", recordó Jenofonte a sus atribulados soldados de a pie (Anábasis, 3.2.19). Tras alcanzar la costa del mar Negro, los Diez Mil llevaron a cabo investigaciones judiciales y controles de la gestión de sus jefes; los descontentos votaron libremente y se separaron del resto a fin de afrontar el camino de vuelta por sus propios medios. El voto de un humilde pastor arcadio valía tanto como el del aristocrático Jenofonte, discípulo de Sócrates y futuro autor de tratados que versaban tanto sobre filosofía moral como sobre el potencial de renta de la Atenas antigua.

Pensar en un equivalente persa de los Diez Mil es imposible. Imaginemos qué probabilidades tendrían las tropas de elite del rey persa -los Amrtaka, o Inmortales, un cuerpo de infantería pesada que contaba igualmente con 10.000 efectivos- si aisladas y abandonadas en Grecia y superadas en una proporción de diez a uno hubieran tenido que marchar desde el Peloponeso hasta Tesalia derrotando a las falanges superiores en número de todas las ciudades-Estado griegas que fueran atravesando hasta alcanzar la seguridad del Helesponto. La historia nos ofrece un equivalente más trágico y real: el ejército de invasión del general persa Mardonio que, en el año 479 a.C., fue derrotado en la batalla de Platea por los griegos, inferiores en número, y a continuación obligado a emprender una retirada de quinientos kilómetros a través de Tesalia y Tracia. Pese al enorme tamaño de su ejército y a la ausencia de cualquier persecución organizada, pocos persas consiguieron regresar a sus hogares. Evidentemente, no eran los Diez Mil. Su rey los había abandonado hacía mucho tiempo. En efecto, en el otoño anterior, tras la derrota de Salamina, Jerjes había regresado a la seguridad de su corte.

Aunque Jenofonte sugiere en varios pasajes de su obra que la pesada panoplia de bronce, hierro y madera de los Diez Mil no encontró parangón en ningún rincón de Asia, la superioridad tecnológica no es argumento suficiente para explicar la milagrosa hazaña de los griegos.

Tampoco hay pruebas de que éstos fueran "diferentes" por naturaleza a los hombres del rey Artajerjes. La teoría seudocientífica posterior que sostiene que los europeos eran racialmente superiores a los persas no encuentra ejemplos prácticos en ningún griego de la época. Los Diez Mil eran, en efecto, mercenarios veteranos inclinados al pillaje y el robo, pero en modo alguno fueron más salvajes o belicosos que otros invasores o saqueadores de la Antigüedad; tampoco constituían una comunidad más amable o moral que las tribus a las que se enfrentaron en Asia. La religión griega no otorgaba un alto premio por poner la otra mejilla ni predicaba la anormalidad o amoralidad de la guerra. El clima, la geografía y los recursos naturales tampoco nos aclaran gran cosa.

Los hombres de Jenofonte no podían menos que envidiar a los habitantes de Asia Menor, cuyas tierras cultivables y riquezas naturales

contrastaban marcadamente con la pobreza del suelo griego. De hecho, era frecuente advertir a los hombres que los griegos que emigraban hacia el este corrían el riesgo de convertirse en "comedores del letárgico loto", en víctimas de un paisaje natural mucho más rico que el suyo.

Lo que la Anábasis prueba, por el contrario, es que los griegos luchaban de forma muy distinta a la de sus adversarios y que sus singulares características combativas -conciencia de la libertad personal, superior disciplina, armas sin parangón, camaradería igualitaria, iniciativa individual, flexibilidad táctica, adaptación al terreno, preferencia por las batallas de choque con tropas de infantería pesadaconstituían los mortíferos dividendos de la cultura helénica en general.

El peculiar modo de matar de los griegos nacía de un gobierno consensuado, de la igualdad existente entre las clases medias, del control civil de las cuestiones militares, de la libertad y el individualismo, del racionalismo y de una política separada de la religión. La ordalía de los Diez Mil, atrapados y al borde de la extinción, descubrió la conciencia de la polis innata a todos los soldados griegos, que en aquella campaña se dirigieron a sí mismos exactamente igual que como lo hacían como civiles en sus respectivas ciudades-Estado.

De una forma o de otra, a los Diez Mil los seguirían invasores europeos igualmente brutales: Agesilao y sus espartanos, el capitán mercenario Cares, Alejandro Magno, Julio César y los siglos de dominación de las legiones, los cruzados, Hernán Cortés, los navegantes portugueses de los mares asiáticos, los casacas rojas británicos en India y África, y otros cientos de ladrones, bucaneros, colonos, mercenarios, imperialistas y exploradores. La mayor parte de las fuerzas expedicionarias occidentales que se organizaron posteriormente eran inferiores en número y combatían a menudo lejos de su país. Sin embargo, vencieron a enemigos superiores y se valieron en diversos grados de muchos elementos de su cultura, la occidental, para masacrar sin piedad a sus oponentes.

Que durante la larga historia bélica de Europa la principal preocupación militar de cualquier ejército occidental haya sido otro ejército occidental es casi un lugar común. Pocos griegos murieron en la batalla de Maratón (490 a.C.), pero varios miles cayeron en los enfrentamientos que posteriormente tuvieron lugar en Nemea y Coronea (394 a.C.), y es que aquí los griegos luchaban contra los griegos. En las Guerras Médicas (490-479 a.C.) cayó un número de griegos relativamente reducido. En cambio, la guerra del Peloponeso (431-404 a.C.), un conflicto intestino entre los propios Estados griegos, fue un atroz baño de sangre. El propio Alejandro mató a más europeos en Asia que los cientos de miles de persas que lucharon al mando de Darío III. Las guerras civiles de Roma estuvieron a punto de arruinar la República, algo que a Aníbal le quedó muy lejos. Waterloo, el Somme y la playa de Omaha confirman el holocausto que se produce cuando un occidental ataca a otro occidental.

Esta obra se propone explicar por qué es así, por qué los occidentales han sido tan diestros a la hora de aprovechar los valores de su civilización para matar a otros, a la hora de guerrear de manera brutal sin caer ellos mismos en la batalla. Al hablar del pasado, del presente y del futuro, el relato del dinamismo de los ejércitos en el mundo es en última instancia una investigación de la capacidad militar de Occidente. Es verdad que una generalización tan amplia puede contrariar a muchos estudiosos de la guerra; no me cabe duda de que muchos profesores universitarios tacharán de chovinista, o de algo peor, tal aserción y citarán para refutarla todas sus excepciones, desde el paso de las Termópilas hasta Little Bighorn. Es cierto, además, que el común de los ciudadanos no es consciente de las continuadas y singulares propiedades mortíferas de su cultura en lo relativo a las armas. Y sin embargo, durante los últimos 2.500 años -incluso en la alta Edad Media, mucho antes de la "revolución militar" y no simplemente como resultado del Renacimiento, el descubrimiento de América o la Revolución Industrial-, han existido en Occidente una práctica de la guerra compartida, un fundamento común y un método continuado de combatir, que han hecho de los europeos los soldados más letales de la historia dela civilizacion

Thursday, July 15, 2010

NUEVO, LEA LOS SEMANARIOS DE EQUINOX EN LINEA,

Lea los semanarios de Equinox en línea, ahora completos, en

Para usted, que no usa programa de correo POP3 tipo Outlook u otros y no está recibiendo bien el semanario, en Gmail o Adinet, porque se lee cortado.

Creamos una cuenta en Hotmail a la que cualquiera puede acceder para leer nustro semanario mucho más tranquilo.
Vea como en las siguientes intrucciones.
Si quiere leerlo sin estar on-line pueden hacerlo llémenos y le explicamos como
¡NUEVO!
Lea los semanarios de Equinox en línea, ahora completos, en
1. Hotmail, cuenta de correo que creamos
Va a Hotmail, entra en esa cuenta y pone de contraseña: lectorsemanario
De esta manera lee el semanario desde cualquier lugar
Si necesita más información, ¡pregúntenos!
2. Blogger en
Acá sin imagenes

14 de Julio, una fecha ignorada en este caserio

Un día de gloria
Los verdaderos colores de las verdaderas repúblicas nacidas de las ideas que cambiaron al mundo, son el Azul, Blanco y Rojo. José Artigas bien lo sabía, los conservadores que hicieron este país a la medida de sus intereses, no.

No hay fecha más importante para la historia de Occidente, salvo obviamente, para quienes me leen, que las de la Batalla de Salamina -cuando Occidente pudo ser como es hoy y no una satrapia oriental- que el 14 de Julio de 1789. Quizás en esta generalización, al estilo mío, me coma algunas otras fechas tan importantes como esta, pero la civilización occidental greco romana y europea republicana y democrática, laica, por supuesto, es como es hoy a partir de la concatenación de esos dos eventos y los que llevaron al primero, Las Termópilas, que permitió hacer tiempo para juntar tropas en Grecia, una seguidilla de hechos, algunos militares otros no, que desde la Polis de la árida Grecia a las ciudades y estados de hoy, tiene su remate glorioso ese 14 de Julio de 1789.

Dejo de lado el espectáculo real o imaginado por los escritores de la toma de la Bastilla que, más allá de su veracidad, es un simbolismo de esa marea reprimida de gente arrasando los símbolos del antiguo régimen, o los crímenes cometidos en nombre de la libertad, que son emparejados más tarde con los crímenes cometidos en nombre del orden y la restauración de una legitimidad infame. Dejo de lado los eventos para las masas como la guillotina, los juicios y los discursos altisonantes, solo para hacer hincapié en que, a partir de ese día, el mundo fue diferente y esa diferencia, a la larga, dio como resultado un mundo mejor; solo un monstruo ultra conservador, con pretensiones aristocráticas, y los hay, puede decir que el común de la gente vivía mejor antes que después del 14 de Julio, pero claro, en los islotes de egoísmo viven esos personajes a los que el sufrimiento de la humanidad les importa menos que el de sus malvones o sus mascotas.

La chispa inicial en ese siglo "de las Luces", está en la revolución norteamericana de la que ya hemos hablado largamente y que prende en esa Francia corrupta en la que una pareja de cándidos jovencitos, que no sabían lo que pasaba en el mundo, pagarán después las culpas de todo un estamento. El mundo no fue nunca más el mismo y, aun con la llegada del Imperio, para poner orden al caos, se mantienen vivas las ideas de la Primera República y se desparraman por el mundo, como dije en la nota pasada, en las mochilas de los soldados de Bonaparte. El odio de los representantes de esa aristocracia hacia el plebeyo y ordinario Napoleón, es el certificado que la historia le da a su periodo, como continuador de los actos del 14 de Julio.

De la violencia desatada recordemos que casi no hay periodo de la historia donde esta no esté presente y que, como en esa frase que cito siempre, esos vientos desataron esas tempestades y vinieron para barrer la iniquidad y, haciéndolo, pese al sufrimiento, el resultado fue bueno, porque yo hoy puedo escribir y hacer lo que se me dé la gana, mientras no haga daño a mis conciudadanos; y antes, por diez veces menos de esto, estaría en un calabozo o me hubieran cortado la cabeza, por solo mencionar las palabras "Libertad, Igualdad, Fraternidad" tan usadas, tan poco apreciadas por la mayoría de los gobiernos que aún se siguen llamando a sí mismas repúblicas y que solo son maquinarias para el enriquecimiento de unos pocos y la explotación de los muchos, con lo que, sabemos, aún queda mucho por hacer, pese a lo que hemos ganado en estos 200 y pocos años en que la civilización se reencontró a sí misma después de su increíble y nunca bien explicada aparición en unas pequeñas aldeas de la agreste Helade.

Hasta la semana que viene, Ciudadanos de esta República, imperfecta pero mejor que cualquier otra opción totalitaria con berretines de perfección, como lo es el campo de concentración llamado Kuba.

Félix Obes Fleurquin
felix@equinoxuruguay.com

PS: Obviamente, en esta republiqueta, la fecha ha pasado desapercibida; ni la llamada "clase politica" que es de nivel tragicomico, ni la mayoria de una masa que ha logrado poner en el gobierno a un esperpento,tienen la mas remota idea de donde es que salen las libertades que ellos tienen, en el caso de Uruguay, de elejir cada 4 años politicos a su imagen y semejanza o sea cada vez peores.

Friday, July 02, 2010

SOBRE LA OLA, LA PELICULA Daniel Muñoz


SOBRE LA OLA, LA PELICULA
Por Daniel Muñoz

La ola, una película imprescindible, una mirada feroz sobre la condición humana y un toque de atención aterrador sobre los peligros que acechan a las democracias cuando dos ideologías aparentemente antagónicas se conjuntan en un proyecto político autoritario.

Basta con analizar el nombre que Adolf Hitler y sus adláteres dieron a su partido para comprender de qué estamos hablando. Nationalsozialistische Deutsche Arbeiterpartei; (Partido Nacional – Socialista Alemán de los Trabajadores). O sea la conjunción trágica de postulados socialistas, anticapitalistas y una praxis política nacionalista. Esta conjunción ha llevado siempre a la humanidad hacia un final previsible: guerra y genocidio.

Ya el siglo XX, prestaba un antecedente de idéntico dramatismo en sus resultados; el marxismo desvirtuado que en sus orígenes se había gestado internacionalista y antinacionalista y luego derivó a través del estalinismo en una conjunción de socialismo y nación al servicio de los intereses del nacionalismo ruso y de la nomenklatura soviética, culminó en una idéntica orgía de muerte y destrucción.

Es por este parentesco ideológico que debemos explicar la temprana alianza entre Stalin y Hitler a través del pacto Ribentrop – Molotov que dio como resultado, 35 días después de su otorgamiento, al inicio de la segunda guerra mundial, la repartija de Polonia y el genocidio de Varsovia y el de Katin, magistralmente relatado por Andrzej Wajda en una película antológica también imprescindible.

Pero “La Ola”, no habla de historia sino de presente. Habla de jóvenes universitarios alemanes (podrían haber pertenecido a cualquier país) sobre los finales del siglo XX con celulares y google incluidos, que son inexorablemente arrastrados a un ejercicio autoritario del cual no puede sustraerse ni el mismo proponente.

Una mirada aterrada y aterradora, de cómo, en forma irracional y solapada se produce en este grupo humano la adhesión inconsciente a los valores centrales de esta ideología combinada nacional y socialista, a una forma de neo fascismo que no pasa por raparse el pelo sino que comienza por vestir una inofensiva camisa blanca y que es capaz de engendrar en un grupo humano individualista y apático una psicosis pseudo revolucionaria, no elitista, no racionalista, movilizadora y movimentista.

Atentos ciudadanos y libre pensadores, la cultura de masas no es indiferente a las nuevas generaciones y los principios nacional socialistas tampoco. La consigna de que “unidad es poder” es un imán y una punta de lanza directa al corazón de nuestras sociedades y con ella es fácil infiltrar los valores centrales de la ideología nazi, magníficamente recopilados por Jeffrey Herf en su obra magistral “El modernismo reaccionario”.

Sólo transcribiremos algunos de ellos para establecer el paralelismo que surge entre estos y las valoraciones manifestadas por los estudiantes sometidos al experimento: reemplazo de las instituciones por líderes carismáticos; exaltación de los intereses colectivos nacionales supuestamente altruistas sobre los intereses individuales calificados como egoístas, desprecio por la civilización burguesa y por todo lo anglosajón, anticapitalismo, antiamericanismo y antiliberalismo, renovación mística de la identidad nacional con nostalgia por una comunidad genuina de sangre lenguaje y tradiciones; sensación de caída inminente de la propia nación y necesidad consecuente de una acción revolucionaria dirigida a su salvación; reclamos a favor de unidad espiritual de la nación contra la decadencia capitalista y extranjerizante; reivindicación de “los pueblos jóvenes” contra la decadencia de la civilización occidental judeo cristiana; aceptación y promoción de la violencia como medio legítimo de la acción política; movilización popular; autoritarismo; militantismo y militarismo; rechazo del cosmopolitismo; adhesión a la nación como una unidad redentora; sentimiento de inferioridad nacional compensado por proyectos delirantes acerca de la misión histórica de la propia nación; proyecto de construcción de un “hombre nuevo”; opción a favor de la cultura contra la civilización; entronización de la cultura nacional como paradigma cultural central; denuncia de la falsedad y obsolescencia de la cultura universalista primacía de la política sobre la economía y del Estado sobre el mercado; desprecio por el comercio y por los partidos políticos; negación de la realidad a través de formas de realismo mágico; heroísmo romántico.

Si estos valores pueden infiltrarse en sociedades opulentas, en verdaderas Repúblicas, en países parlamentaristas regidos por gobiernos liberales de centro derecha o socialdemócratas de centro izquierda, imaginen “el huevo de la serpiente” incubando en el seno de procesos populistas en una América Latina indígena y pobre.