Equinox Fin de Semana

Notas de Felix Obes Fleurquin y del Semanario Equinox Fin de Semana de Uruguay

Friday, August 11, 2006

Comida basura y cultura basurola

Comida basura y cultura basurola



En estos días, el gobierno ha salido con otra de sus bien intencionadas campañas saludables. Esta vez, con la cruzada contra la llamada "comida basura" que automáticamente ha sido asociada por ciertos medios y personas a la cadena McDonald's, como si ella fuera la causa de todos los males alimenticios y sanitarios de nuestra población joven. Es de origen gringo, eso basta en un país xenofóbico para que sea parte del Eje de los Opositores y Conspiradores.

La Cultura Basura que predomina en Uruguay y que en su tontería se revuelca en los defectos de los uruguayos como si estos fueran virtudes, ha tomado de cartón ligador a una cadena de comidas rápidas que a mí no me gustan pero que, indudablemente es, en el reino de la comida basura o chatarra, lo menos dañino e indudablemente higiénico de las porquerías que la población se lleva a la boca y que si no la han convertido en obesa, sí la han transformado en hipertensa, cardiópata, llena de hemorroides y al borde del infarto por la cantidad de grasa que traga.

Porque si realmente uno ha de hacer una lista de la comida basura o directamente venenosa y homicida que es deglutida por la mayoría de la población alegremente, debe empezar por las cantidades increíbles de grasa animal y proteínas que se comen en forma de asados, guisos, churrascos, milanesas y otras inmundicias caseras de la abuelita a la cacerola, llenas de aceite recocido, sal, grasa, manteca, harinas y condimentos químicos del estilo Monte Cudine, Knorr y otros.

Y de ahí al criollo chorizo al pan, pasando por los grasientos churros y los petardos calóricos y liposos de las facturas de panadería, el abominable pancho de perro y gato que se adorna con una cosa química color mostaza o caca de bebé, la pizza y el fainá bien nacionales y recocidos y recalentados, llenos de aceite y salsas de lata ácidas y llenas de preservantes y hechos al contrario de las buenas pizzas de Italia; los tucos criollos que tienen todos los restos de la heladera y que son repulsivos si uno analiza el contenido que, de exportarse, declararían a Uruguay agente patógeno global; el rico chivito canadiense que deja a las Big Mac a la altura de comida de sanatorio o de cotolengo y las tortas fritas, los alfajores industriales y las papas fritas de boliche, que son más agresivas y antihigiénicas que las de marcas internacionales que vienen en bolsitas que, al menos, dicen de qué están hechas.

Toda esta cultura basura que trata a lo foráneo como malo y lo nacional como bueno, es parte de otra recién llegada, que molesta con su pontificante salutismo mientras deja que vivan la corrupción, la violencia, la ineficacia, el chantismo, el desgobierno, los recontramalditos monopolios, que son la clave de que el país sea inviable con ellos. ¡Ah! y no olvidemos el fracaso como virtud o como disculpa a la improvisación y el modo uruguayo de hacer las cosas -mal y tarde- campeen en el país mientras Presidente, Ministros, Oposición y Lamesuelas, en el mismo lugar y a la misma hora, dicen unos que sí y otros que no, en público, que el país debe ser de esa manera y el país no debe serlo, dejando a la gente de boca abierta ante tamaña imbecilidad de la clase dirigente, dicha con tanto descaro en un coro disonante de maullidos, graznidos, alaridos, banderitas al viento y consignas partidarias; esa sí, basura intragable para alimentar el espíritu de los criollos votantes, ovejas humildes que aceptan y aplauden al lobo que las mastica.

Porque ni uno ni otros, ni los que se fueron ni los que llegaron, hablan de las cosas importantes que el país padece, entre las cuales -yo insisto- una de las más letales es la estupidez general que lleva las discusiones por caminos que evitan tocar la realidad corrupta de la que esas clases dirigentes, todas ellas, sacan su cosecha de tontos y de crédulos para que cada cuatro años metan la mano en la urna y ¡chim pum y fuera!, a seguir hablando de boludeces para que el pueblo siga así, menos mal y los deje currar, que de algo tienen que vivir.

Y a comer panceta con huevos fritos con salsa kechup y sal gruesa encima de unas papas bien refritas, llenas de ajo, regaditas con una buena damajuana de tintillo y amén... y berp y hasta la semana que viene con el hígado en la mano.

Félix Obes Fleurquin
felixobes@gmail.com

Monday, August 07, 2006

Tiempo de morir


Tiempo de morir




Cuando el Rey Carmesí es muerto al final de la Torre Oscura, el universo que pensaba destruir y que desaparecería con él, queda simplemente en su lugar, estático, indiferente a su final.

El morir es la única certeza que tenemos en la vida. Es inevitable, pero ciertos personajes que han llegado al poder por su fuerza de voluntad, no dejan de luchar por permanecer más allá de lo que nos indican la lógica natural de la vida y las incapacidades y errores que vamos adquiriendo y cometiendo a medida que avanzamos hacia la muerte y que se hacen parte de nosotros mismos.

Para Fidel Castro, un personaje que será olvidado en los libros de historia de los próximos años como lo fue el Rey Jergulin El Autóctono de Sogdiana -famoso en su tiempo allá por el 350 antes de Cristo por lo que molestaba al Imperio Seleucida- también olvidado para el vulgo de las gentes que de esa época tienen una vaga noción de Alejandro o Darío gracias al cine, ha llegado el tiempo de morir y de salir de la escena de su isla periférica del Imperio Americano al que ha incordiado bastante a lo largo de su vida.

De su isla, pequeña provincia rebelde del Imperio que sería levemente independiente durante no más de 50 años para volver dentro de poco a su esfera de influencia en la que todos vivimos, quedará algún registro en los anales del Siglo XX, seguramente como quedaron de Palestina en los archivos de Roma para que algún universitario dentro de 150 a 300 años haga alguna tesis original sobre hechos tan poco conocidos como la Guerra de Afganistán en los años 60 a 70 del siglo XIX, cuando el Imperio Británico mandó su expedición a Kabul de 43.000 soldados y civiles de los que sólo sobrevivieron algunos cientos luego de la retirada de invierno a través del Himalaya. Seguramente Fidel, que está muriendo y cerrando un ciclo de décimo orden en la historia del mundo, será tan poco citado como lo es hoy el republicano Galíndez o el bactriano Espitámenes del que hablaba yo hace unas semanas.

Nada útil quedará luego de él, nada que valga la pena sino la reafirmación de la regla bajo la cual nace, toma el poder y abusa de él cada pequeño reyezuelo de provincias, desde que el hombre dejó las llanuras de África Oriental y tomó el planeta.

Como dice T.S. Elliot en un poema que no recuerdo bien y que ni siquera estoy seguro de si era suyo:

Todo terminará no con un estallido,
sólo quizás,
con un gemido.

Y el mundo seguirá su curso, inventando para las gentes desesperadas como aquellos campesinos de Europa medioeval que seguían a cualquier monje alucinado hacia una Cruzada y eran olvidados a medio camino para ser tragados por el Imperio de turno, aniquilados, absorbidos, usados y reciclados en la permanente guerra del hombre por dominar a sus congéneres, que no es otra cosa que la parte más humana de nuestra naturaleza violenta y conquistadora.

Ha llegado el tiempo de morir para él y el tiempo de olvidarlo definitivamente para mal o bien, para lo que hizo, no hizo o pudo haber hecho este pequeño e insignificante líder de una minúscula porción de la Civilización Occidental.

Si en esa isla habrá una ola de violencia, de júbilo o de alivio, es algo que veremos en breve una vez que el muerto, como en el cuento de Borges, sepa que muerto está y que ha llegado la hora de irse.

Hasta la semana que viene.

Félix Obes Fleurquin
felixobes@gmail.com