Hasta que alguien más fuerte nos enfrente, hasta ese momento, prevaleceremos.
“Nunca ha ocurrido” no es igual a “No ocurrirá”
"Sería como decir: “Nunca he muerto, por lo tanto soy inmortal.” Se asiste aterrado a una invasión de langostas o saltamontes, y estos mismos insectos, que han pululado de un modo alarmante, desaparecen de pronto de la faz de la tierra. Los animales superiores están sujetos a fluctuaciones parecidas. Los lemmings tienen ciclos regulares. Las liebres de la montaña se multiplican durante años, y se cree que van a invadir el mundo. Luego, rápidamente, una epidemia acaba con ellas.
Algunos zoólogos han sugerido incluso una ley biológica: el número de individuos de una especie no es constante, baja y sube. Cuanto más elevada sea la especie, más lenta es la gestación, y más prolongadas las fluctuaciones.
Durante la mayor parte del siglo XIX, el búfalo abundó en las estepas africanas. Era un animal resistente, con escasos enemigos naturales, y un censo realizado cada diez años hubiese demostrado que seguían propagándose.
Luego, a fines de siglo, cuando eran más numerosos, fueron atacados repentinamente por la peste bovina. El búfalo se convirtió en una curiosidad en aquellos territorios. Desde hace cincuenta años, reconquista lentamente su supremacía.
En cuanto al hombre, no debe esperarse que escape, en su larga trayectoria, a la suerte de los animales inferiores. Si hay una ley biológica de flujo y reflujo, su situación es ahora muy peligrosa. Durante diez mil años su número ha aumentado constantemente a pesar de las guerras, las pestes y las hambres.
Biológicamente la prosperidad del hombre es demasiado larga."
R. Stewart en “La Tierra Permanece”
Somos la más letal de las especies.
Admito que lo de la gripe del chancho me inquieta como me inquietan todas las posibles calamidades que le puedan hacer daño a los míos, pero debo reconocer que desde que aparecimos en escena son las otras especies las que se deben cuidar de nosotros y no al revés, por que hemos adquirido la molesta capacidad -para los otros- de ser más mutantes y adaptables que las calamidades que la naturaleza nos tira encima para intentar regularnos.
Somos en realidad un virus más duro que los virus, pero eso no nos tiene que obnubilar y no tener a mano alternativas a la forma de expandirnos y prevalecer; es probable matemáticamente muy probable que quizás algún día encontremos la horma de nuestro zapato, o no. Mientras tanto hemos ocupado mucho espacio en nuestro planeta natal y no me cabe duda que vamos a invadir el resto del universo como un virus y a tomarlo por asalto con biológico apetito de alimento y territorio, porque somos un bicho más duro, pero nada más que una especie que hace lo que tiene que hacer, reproducirse y expandirse.
Las consideraciones éticas, morales y filosóficas servirán espero para mitigar los daños colaterales de esta continua expansión en que hemos demostrado ser más letales frente a otros, primero como civilización, la Occidental nacida el día que 300 soldados ciudadanos pararon al Persa para hacer tiempo que tiempo más tarde en Platea y Salamina, el Persa, esos otros que nunca seríamos y que representaban el opuesto a la idea de nuestra forma de vida, fueron empujados a su origen y luego liquidados por Alejandro.
No es cuestión de razón, justicia, verdad o bondad; éramos y somos más letales, matamos mejor que ellos.
Y frente al resto de las culturas, especies y razas es la misma ecuación y por eso es posible que cada peste, cada calamidad nos cause más o menos bajas; pero esa línea de hierro, esa línea de soldados ciudadanos, poetas, científicos, escépticos, ateos, agnósticos, republicanos, violentos soñadores de espada y coraza, de rifle y casco, en sus caballos, de a pie como la Fiel Infantería de Flandes, en los tanques de la 45 DB de Leclerc o en los Spitfire que salvaron Gran Bretaña de la noche Nazi, en el 101 de Paracaidistas o en la Delgada Línea Roja de Balaklava, pase por encima de todo eso y nos de más miles de años para que podamos sentarnos bajo los soles de Alfa y Eridani para recordar como en Crónicas Marcianas de Bradbury en el último capítulo; "El picnic de un millón de años" a nuestro planeta de nacimiento.
De todas formas, es bueno releer "La Tierra Permanece" 40 años después en medio de expresiones de pánico milenarista, tonterías como el fin del mundo como el año 2000 y profecías ecoloboludas de todo tipo para tener siempre un Plan B a mano porque no hay nada peor que creerse que tenemos todo comprado, atado y bien atado, y si no pregúntenselo a Luis XVI que tenía todo bien armadito y un buen día nos tomó de mal humor y le rebanamos la cabeza. Solo para dejar bien claro que en nuestro Universo hay que ganarse la vida trabajando duramente.
Esta semana les dejo una serie de notas al respecto, varias posibilidades de lo que pasaría si nos descuidamos.
Hasta la semana que viene.
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