Que no panda el cúnico..

Que no panda el cúnico..

El mundo hierve con el miedo a la peste porcina que mutó y ahora es transmisible a los seres humanos.

La gente desesperada sale a comprar remedios antivirales y tapabocas de dudosa eficacia. Esto de por si no está mal. Lo que sí debe abrigar dudas es la desesperación.

Los humanos estamos rodeados y en constante contacto con todo tipo de elementos patógenos. La naturaleza nos ha dado a los humanos- en condiciones normales- las maneras de defendernos de ellas.

El tema es cuando mutan más rápidamente de lo que nuestros organismos producen defensas. Entonces tenemos situaciones como la actual, con ‘pandemias’ como la se generó en México.

¿Pero pandemias de qué? Si no se nos oculta información una gripe con fiebre y malestares. Hasta ahora la pandemia se ha llevado menos de doscientas vidas. Lamentables sí, cada una de esas pérdidas, seguramente sin embargo, de gente que ya estaba debilitada por algún otro problema de salud.

Un poco como el gran susto de la gripe aviar que no costó más de cincuenta vidas en todo el mundo.

No hay que olvidarse de la gripe de Hong Kong en 1968 que llevó no menos de un millón de víctimas. Yo mismo sufrí esa gripe fuertísima y con altas fiebres. Por cierto nada agradable pero sobreviví sin siquiera tratamiento médico. Solamente con el cuidado normal de una fuerte gripe.

Históricamente la influenza española después de la gran guerra del siglo pasado fue la más mortal cobrando –dicen algunos historiadores médicos- más de cien millones de víctimas.

Todas estas pandemias son el resultado de mutaciones de virus que se adelantan a la generación de defensas del cuerpo humano. Inevitablemente hacen estragos hasta que por algún motivo la estadística se cumple y alguien en algún lado genera defensas y estas atacan al virus que entonces empieza a contenerse para eventualmente pasar a ser otro elemento patógeno en el medio ambiente que los humanos resistimos sin saberlo.

Así paso con la verdadera pandemia del la Influenza Española y también con la de la gripe de Hong Kong.

El tema es que la globalización y la movilidad actual han cambiado la velocidad y los patrones de expansión de estos males a la vez que los medios informan más y más rápido, información que mal manejada bien puede producir pánicos innecesarios

Esto por cierto tiene su cara positiva ya que la gente bien informada es la correctamente preparada para enfrentar estos males. La globalización a su vez permite que las defensas contra estas plagas se organicen más rápido, mejor, y que lleguen a quien deben en plazos sumamente reducidos.

Lo que debemos estar cada vez más atentos los humanos en defensa de nuestra especie es en el control y el estudio de las mutaciones de virus comunes como la de la gripe y sus patrones de expansión. Parece inevitable que estas cosas sucedan, que estas pandemias aparezcan cada vez con más frecuencia debida a lo pequeño que se ha hecho el mundo moderno y seguramente cada vez más virulentas en cuanto a que los virus obviamente se fortalecen para derrotar las defensas de los humanos.

Aparte de las medidas médicas y logísticas tan obvias y necesarias la raza humana, de subsistir, deberá proteger a los que tienen mayor riesgo de sufrir ante una pandemia de esta naturaleza. Los ancianos, los débiles siempre son los que más riesgo tienen de morir de lo que en definitiva no son males demasiado exóticos. La forma de evitar estas desgracias es combatir el hambre y mejorar la higiene pública. No debemos olvidarnos que la peste negra que asoló Europa en el siglo catorce fue básicamente un problema de higiene y salubridad ambiental.

Entonces si bien no hay que minimizar estos males y es más, deberemos esperarlos inevitablemente también deberemos tener en cuenta que la humanidad está mejor preparada que nunca para enfrentarlos y derrotarlos.

Información, higiene, salubridad, logística, luchar contra el hambre y el monitoreo constante de la evolución de cepas peligrosas son –entre otras- las medidas a tomar.

Mientras tanto lo peor que podemos hacer es dejar que cunda el pánico. Con ponerse nervioso raramente se soluciona nada.

Esto es cierto tanto para uno, como para miles de millones.

Michael S. Castleton-Bridger