El casco alemán y la gira de Daniel
Mi padre tenía esas cosas que heredamos nosotros y que hace un rato, sentado en mi "Sillón de Papá" que tengo en casa, entrecerré los ojos y medio dormitando no sé a causa de qué asociación de ideas, recordé uno de los pedidos estrafalarios que le hacíamos cuando viajaba.
Creo que era su segundo viaje a Francia; volvió del primero, alucinado como quien descubrió otra Galaxia, lo más lejos que había llegado antes era Bariloche y Rio de Janeiro, pero en ese año 66 le tocó al fin cruzar la mar océano y ahí fueron con mi madre, a París de cabeza, quizás por aquella historia de familia en la que mi abuelo Federico Fleurquin no había llegado nunca por haberse topado con mi abuela Anita Bartollini en Rio haberse enamorado tanto, pero tanto que abandonó París por ella y la siguió Sur abajo hasta Montevideo, donde la historia siguió hasta llegar a este escribidor que recuerda esto.
Y quedó esa historia ahí, del amor encontrado y el viaje frustrado con abuelo a sus casi 90 años suspirando porque no había conocido París. Quizás por eso, el primer destino fue ese, como lo fue el mío en el primer viaje a Europa en que llegué con el mapa de
A mi padre le hacíamos pedidos de esos, una Legión de Honor, una espada, una armadura -en eso nunca me dio bola- y un casco alemán, porque a mí el tema de
Lo recuerdo llegar en el segundo viaje, con una bolsa de esas de mochileros, una verde militar, y el casco rebotando por toda
No sé a que vino esto, estaba dormitando y el recuerdo del casquito, todo abollado y herrumbrado por el barro de Flandes me hizo sonreír y decidí dejarlo por escrito.
El casco lo tiene ahora Maxi por ahí.
Un abrazo
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