Equinox Fin de Semana

Notas de Felix Obes Fleurquin y del Semanario Equinox Fin de Semana de Uruguay

Thursday, November 27, 2008

Desmitificando al buen indio


Desmitificando al buen indio


¡Ayyy Blanca, me has matado!

Existe un escritor, un tal Galeano, que ha creado hace muchos, muchos años una escuela que yo llamo la del "Pensamiento voluntariamente estúpido" la que, basada en uno de los engendros literarios de mayor éxito en la historia de la venta de libros basura -sólo comparable al éxito, en su momento, de "Mi Lucha", "El Código Da Vinci" o la "Historia de HD"- este esperpento, "Las venas abiertas de América Latina", ha inventado una versión idílica de la América Precolombina, la que según Galeano y un coro previo de cacatúas coloridas como él, fue arrasada en su prístina virginidad por una avalancha de curas y soldados que hedían a vino y a ajo, a sudor y a metal.

Eso es, el final, lo único parcialmente cierto de la historia: que los conquistadores no usaban Rexona ni se lavaban los dientes con Kolinos; y es cierto, también, que eran una manga de hijos de mil putas despiadados que venían a buscar el botín, pero -y ahí la chantada de Galeano y sus seguidores- la otra parte de la historia es que los aztecas, mayas, incas y todos los demás hacían lo mismo todo los días: mataban, sacrificaban, arrasaban y todas esas sanas actividades que se ejecutaban antes del invento del aerobismo.

Las culturas locales que chocaron contra nosotros -porque los españoles somos "nosotros", ahora con desodorante, son nuestros antecesores- eran tanto o más brutas y salvajes en su trato con los otros que lo que éramos nosotros, que al menos teníamos ciertos códigos producto de una evolución social de 3500 años, lo que no impidió, es cierto, que los nazis organizaran los campos como quien organiza una kermés, ni le impidió a los soviéticos ser el mayor depredador del siglo XX, dejando a Hitler a la altura de un aficionado.

Leo de V. Hanson sobre el porqué los aniquilamos nosotros a ellos y no a la inversa. Porque, esa es la cosa aunque moleste, las civilizaciones crecen y chocan y se aniquilan unas a otras. Somos como hormigas, ni más ni menos, lo que pasa es que nos molesta aceptarlo, pero el mundo es violento y por la violencia se mueve; el resto dejémoslo para las mujeres, que para eso están, para mitigar los daños y tratar de contener la violencia.

"Si bien es cierto que los guerreros mesoamericanos eran diestros en el manejo de las armas, había dos factores que inhibían su capacidad para matar a un gran número de soldados enemigos.

En todas las guerras, la captura de prisioneros para los sacrificios humanos era prueba de excelencia en el combate y de prestigio social y, a la larga, resultaba esencial para la salud religiosa de la comunidad.

Con frecuencia, los sacrificios hacían las veces de espectáculos intimidatorios y terroríficos donde el derramamiento de sangre servía para advertir a cualquier adversario potencial de las consecuencias de una postura resistente.

Hay indicios de que en 1487 y durante cuatro días el rey azteca Ahuitzotl organizó la carnicería de 80.400 prisioneros en un sanguinario sacrificio colectivo celebrado con motivo de la inauguración del Gran Templo de Huitzilopochtli de Tenochtitlán: un gran reto en la historia de la muerte industrializada.

El ritmo de asesinatos de Ahuitzotl, catorce muertes por minuto durante 96 horas, supera el macabro registro diario de Auschwitz o Dachau.

La presencia de cuatro altares sacrificiales de forma convexa, dispuestos de modo tal que fuera fácil hacer caer a las víctimas por la pirámide, convirtió la ceremonia en un proceso de asesinato en cadena. Los verdugos se iban turnando por grupos y los que no habían intervenido sustituían a aquellos que estaban agotados de tanto golpear con sus machetes de obsidiana. Lo esencial era despachar a aquel tren de víctimas durante los festejos.

No conocemos el número de sacrificados en circunstancias normales, pero sin duda alcanzaba varios millares. Ixtiilxochitl creía que cada año moría uno de cada cinco niños de los pueblos tributarios de los mexicas, aunque la estimación, más baja, del obispo Carlos Zumárraga, que cifraba las víctimas cerca de 20.000 por año, es más plausible.

No deja de ser extraño que tan sólo unos pocos estudiosos hayan comparado la inclinación de los aztecas a acabar con miles de sus vecinos mediante el asesinato organizado con el exterminio nazi de judíos, gitanos y habitantes del este de Europa."

Volviendo a Galeano, admito que este gran farsante escribe bien y que una mentira bien contada -si no se conoce otra cosa que la estúpida versión de la historia que enseñan en escuela y liceo- es fácil de tragar y más fácil aún que sentarse a leer un libro escrito en serio, lo que crea toda una corriente de mucha gente que se cree estas cosas, como hay otras que les creen a los políticos cuando hablan o que se toman las letras de las canciones o los libretos de los telenovelas como ejemplos de vida; o aquellas que creen en los ovnis, en la homeopatía y en la reencarnación, porque creer en eso es más fácil que enfrentar las cosas como son en realidad.

No recuerdo si Galeano metía en su historieta a los charrúas y a todos los grupos neolíticos que vivían en esta llanura, creo que no, porque además de la fantasía endulcorada de "Tabaré", donde presenta a un indio más tonto e irreal que el del Llanero Solitario, no hay mucho qué decir, pese a que los historiadores, todos ellos bien intencionados, quieran darle un protagonismo que no tuvieron, pues lo que acá se hizo, lo hicimos nosotros los occidentales, para mal o para bien.

Quizás en Salsipuedes, que es un hecho real, tuvieron su segundo de revancha; al menos, para que un buen libro de un autor nacional (el calor me da pereza para buscar el nombre), relatara ese episodio en estilo cinematográfico, un libreto ideal para una película de las que acá no se hacen, cuando sí se hacen tonteras de pequeño pueblo, que no ayudan para nada a proyectarnos a una sociedad más moderna y más adulta.

De paso, Zorrilla siempre me pareció un plomazo; el plomazo sobre el que se inventó una historia que no fue, pero así pasa en estos países que tienen que inventar lo que no sucedió, porque si no, parecen paridos de la nada, de una suma de eventos fuera de todo control o plan. Cada vez que miro John Adams y veo a esos hombres que hicieron una República (con mayúscula) a sabiendas de lo que hacían, siento envidia. Me hubiera gustado ver nuestra historia con gente así, no con la suma de eventos que llevó a este, aún, intento de república.

Hasta la semana que viene.

Félix Obes Fleurquin
felixobes@gmail.com

Saturday, November 22, 2008

no gaste en Autocad, use Intellicad

Maxi esperando a Mia


Baba baba se le cae

Friday, November 14, 2008

A UNA MUJER DE 26.000 AÑOS RECIEN CUMPLIDOS


A UNA MUJER DE 26.000 AÑOS RECIEN CUMPLIDOS

La que cuida la fogata del cazador furtivo, el que persigue al Mamut todo el día corriendo sin descanso,
Mujer, esa Venus de Lespuges, con caderas maternas y senos llenos,
la que vigila que no se apague el fuego conquistado tras miles de años de frío y oscuridad,
la que despelleja las pieles, que las curte, que las hace vestimenta para soportar la era del hielo,
mujer dura que con su piedra de silex afila las puntas de las flechas.

La que sentada en la noche, a la luz que el fuego del cazador
lo toca y espera de él la respuesta,
que lo mira dibujar con tintas en las cuevas de Altamira las historias de una raza que acaba de nacer,
que apenas salida de la oscuridad de la prehistoria de esta raza recién salida a la luz de la Cruz del Sur,
corriendo por el cuerno de África antes de poblar el norte del planeta,
raza de soñadores a la luz del fuego, de cazadores, de soldados, de locos navegantes de estrellas,
hombres con armadura y llenos de banderas de guerra que poblarán una tierra que es suya,
amantes, locos, poetas y escritores
viajeros de galaxias que cada noche, desnudos se preparan para el combate del día siguiente.

Y yo, como cualquier alfa de esta especie,
empujado por mi ADN a hacer lo que hay que hacer en esta nave planetaria,
en el puente,
sintiendo el viento frío del Sur de la galaxia en la cara curtida por los inviernos de la estrella más cercana
pienso en ti,
minúscula molécula enamorada,
pequeña partícula del universo,
una vela en un banco de niebla, una campana de señales
y con todas ganas,
impulsado por el viento del Sur,
navego hacia ti.

Una historia de familia






Una historia de familia



Contaba mi abuelo, Federico Fleurquin, que un día de la guerra de 1904, siendo él coronel -porque como egresado de la Facultad de Derecho había tenido que hacer, como se hacía y se hace en las repúblicas donde hay soldados ciudadanos, el servicio militar- fue enviado con su División Soriano al frente y, luego de unos tiroteos con los blancos insurrectos, hicieron prisioneros -creo que en Mansavillagra o algún lugar de nombre parecido- y se encontró entre estos con un compañero de la facultad, quien le dijo: "Federico, que no me degüellen".



El que estaba a cargo era el General Muniz, según abuelo, un bruto sin remedio, degollador y prepotente, que estaba ordenando liquidar a los prisioneros (no se asusten, eso era costumbre en ambos bandos desde las guerras del Siglo XIX) y que no entendía razones. Y ahí iba la fila, siendo pasada a cuchillo, cuando mi abuelo tomó el mauser de su ordenanza (luego conocí al que fue Coronel Lima, quien le regaló a mi hijo Maxi la espada de desfile italiana que éste le regaló en 1956 y con la que abuelo desfiló en la Calle Sarandí al fin de la guerra) y amartillado, se lo puso a Muniz en el pecho para evitar el crimen. Lima, según abuelo, le dijo: "No se pierda, mi Coronel" (textual, que escuché ese cuento mil veces, siendo niño, de los dos soldados viejos en casa) y la cosa quedó ahí, no hubo más degüellos ese día. El Coronel Fleurquin, a sus veinte y pico de años no fue fusilado por motín y volvió de esa guerra entre hermanos para dedicarse a su carrera, a la política y a su novia, Emita Aguirre, tía abuela del Oso, que puede confirmar esta anécdota.



A la larga, Emita murió de tisis. Hay una historia familiar muy romántica de las cartas entre ellos que Maxi guarda; y el coronel abogado se casó con la que fue mi abuela, una italiana llegada de Ferrara, cantante de ópera, Anita Bartollini, que canceló su gira por América del Sur al conocer a Federico y quedarse ambos mucho tiempo en el Hotel Pyramides, para escándalo de la sociedad en ese entonces.



Ese país bruto, culto y tremendo, con acontecimientos terribles como otro, que por el lado paterno me ha llegado de mis ancestros, los Burgueño, de lo que antes era la zona de Mosquitos, hoy Soca, es el que un siglo después vivimos. Las barbaridades cometidas en la guerra civil de 1970 no son más que un juego de niños frente a las que se cometían por todos en esa época. Pero las guerras terminaban y en 1905, un señor llamado Fernández Saldaña, en un libro que sólo yo tengo y que se llama "Sangre de Hermanos", daba por terminadas las guerras y los odios y los representantes de los rebeldes como Herrera, se sentaban en el Parlamento y decían y daban lo suyo. No había estupideces de castigo para los culpables, ni escraches, ni comisiones de un cuerno, la guerra había sido guerra con toda su maldad y se daba por terminada el día del armisticio.



Y luego de eso, la gente que había luchado se juntaba a trabajar y discutir y hacer un país. Más o menos bien o mal, ese país se hizo, quizás no al gusto de muchos, pero sí potable; y fue rico y la gente dejó de matarse hasta el '70, en que la intemperancia de muchos nos llevó a otra guerra, guerra terminada con vencidos, vencedores, muertos y sobrevivientes, como todas las malditas guerras en que la humanidad, como dice un personaje de "La Delgada Línea Roja", se pelea por Real Estate. O sea, por terrenos y parcelas de poder, por territorios -como pelean los machos de cada especie por derecho a tener hembras como las cabras-, por dinero, por estar encima de otros, por humanidad, porque somos así, es nuestra genética y renegar de ella, como los hippies o los idiotas, no nos hace más inteligentes sino más nabos.



Las guerras y las competencias son parte de la condición animal y humana, son irradicables, lo diferente es cómo terminamos al fin de cada una de ellas.

Vuelvo a Mosquitos. Estando en un ómnibus de Onda allá por 1958, yo de 12 años con mi padre y con mi hermano menor, Daniel, en un viaje con escala en el Parador Mosquitos para tomar un submarino y comer una traviatta (¡a ver si alguno sabe lo que eran!) sube en esa parada obligatoria un negro con un gallo de pelea debajo del brazo. Lo llevaba a Pan de Azúcar a una riña que había -las debe haber aún en el país profundo- y él y mi padre, que no debía tener ni mi edad actual, pero que era un tipo de esos que hablaba con todos (me daba algo en esa época, ahora he descubierto que es un placer que yo disfruto) y les hacía contar la historia de su vida, descubren, el negro y él, que eran del mismo origen. Mi padre, nieto de los Burgueño, el de la negrada (textual) de la misma gente; su padre, soldado a prepo de Agustín Burgueño, colorado; su tío, soldado a prepo de Juan, blanco, hermanos que se reventaban en esas guerras entre hermanos.



Su tío, corneta de regimiento, hecho prisionero y a la hora del degüello, es salvado por su hermano que empuja a la fila a otro y saca a éste del brazo con la complicidad de Agustín, que mira para otro lado. Muere uno por otro, todo queda equilibrado en esa lógica terrible de la guerra.

No estoy queriendo nada más que contar una anécdota y no dejar olvidar ciertos hechos, quizás para relativizar los problemas de hoy en que tenemos conflictos, sí, pero digamos, como dicen los viejos, problemas de horror eran los de antes.



Hoy tenemos un mal gobierno, quizás es infinitamente mejor que el que tiene Zambia -y muchas gracias por no vivir en Zambia-; tenemos deudas, pero no vamos a la Bastilla por ellas; la Ley no se cumple ni se respeta la Constitución por parte del Estado, pero las tenemos y quizás las mejoremos y seguramente lo hagamos. Estamos mejor que en 1904 y la sociedad ha avanzado, no somos ni Nueva Zelandia ni Francia, pero no somos Rwanda ni lo seremos; tenemos luz, agua y ciertos derechos a no ser degollados por ser diferentes. Los personajes de hoy quizás son menos dramáticos y son también más parecidos a cada uno de nosotros.

Para terminar el cuento familiar y dárselo a mi madre de regalo, Anita y Federico se casaron al fin, tuvieron cuatro hijos y una larga vida juntos. Abuela, la recuerdo a sus casi 80 años, sentada junto a Federico, cantándole muy suavemente partes de "Aída", las mismas que él escuchó en Río de Janeiro en su viaje hacia ella y por las que decidió enviarle aquellas rosas rojas que lo hicieron desistir de su viaje a París y volver tras ella a Montevideo, para hacer esa vida juntos que dieron la vida a éste que esta noche escribe en su memoria.



Esa aria triunfal de "Aída", que abuelo había escuchado al desfilar en la Calle Sarandí al fin de la guerra del '04 y que abuela le susurraba al oído años más tarde, cuando mi hermano Daniel y yo la escuchábamos sin entender cosas que ahora entiendo.

Hasta la semana que viene.

Félix Obes Fleurquin
felixobes@gmail.com
Equinox Uruguay

Saturday, November 08, 2008

Colectivo para Mia


Colectivo para Mia



Amigos, los invito al colectivo para mi nieta Mia. Maxi nos da los datos:

Queridos familiares, compañeros y amigos:
En esta oportunidad les escribo para decirles que junto con Den abrimos un colectivo de nacimiento en la siguiente tienda:
Nombre: Giraluna
Dirección: Gabriel Pereira 3257 entre Chucarro y Benito Blanco
Tel. 598 (2) 706 87 74
Para quienes quieran realizarle un regalo a Mia, allí podrán contar con diversos productos sujetos a lo que necesitaría y con variedad en los precios que van de $65 en adelante.
Les mando un beso grande a todos,
Maximiliano Obes
maximiliano.obes@gmail.com
+598 99 231 159

Del teletipo al gmail




A mi padre, el primer "Bocha" Obes



Del teletipo al gmail

Escuchando jazz de Oscar Petterson, su favorito
Hoy quiero dedicar este espacio, que gracias a ustedes me permite seguir con mi adicción a escribir, a un hombre sencillo y honesto. Un hombre que estaría contento de ver que, además de dedicarme a vender algún cartucho de tinta y un programa de esa entelequia llamada "software", que él apenas atisbó -en esta tiendita que es Equinox-, además digo, ver que dedico horas y días a seleccionar para ustedes las cosas que me gustan, las que no, las que detesto, las que amo intensamente. Ver que he creado, humildemente y con la perseverancia que aprendí de él, una corriente de ideas a la que se suma tanta gente a la que admiro por aguantar mis opiniones y comentarios.

Este hombre de risa fácil, generoso hasta la ingenuidad, que inventaba negocios y cosas nuevas que muchas veces eran aprovechadas por otros porque no patentaba nada, al que hoy quiero honrar con estas pocas líneas que escribo en un acto de amor, era mi padre.

Se llamaba Félix, como yo y no era ni fue famoso, ni va a figurar en ninguna lista de prohombres, como les pasará a los padres de muchos de ustedes. Pero este hombre me enseñó a leer, a escuchar música, a tener una fe inquebrantable en la familia y a trabajar duro para que los sueños, si no se cumplen, al menos tengan esa inconmensurable capacidad de ser dentro nuestro, de pintar de colores la vida y las ganas de trenzar firmemente los valores como haciendo un mástil y enarbolarlos siempre, para recordarnos que un sueño es una meta pura.

Me enseñó a ser como soy y a decir lo que pienso; a ser honesto intelectualmente y defender, como sea, las ideas. No es poco; a él se lo debo todo.

Él odiaba -y odio yo- eso de llamarlo "viejo". Nació en Durazno y su padre, Héctor, se jugó hasta la camiseta apostando a las carreras de Maroñas a través del telégrafo del Ferrocarril, que en esa época era la Internet de hoy. Papá me decía sonriendo que de ahí debía venir nuestra dedicación a las telecomunicaciones, ya que siendo él gerente de Reuter, inventó con tres mangos lo que fue luego la red télex de este país y que UTE, por aquellos años (UTE era en esa época energía y comunicaciones) no dejó que fuera una empresa privada la que comunicara al país que, hasta ese momento, usaba el código Morse y metió su mano para evitar que eso sucediera. Pero como la idea era imparable -el teletipo era en el resto del mundo la revolución que hacía que la gente se comunicara- la empresa de mi padre arrancó y, llamada Servicios Teletipo, obligó al Estado durante veinte años a soportarla al precio de no dejarle tender líneas propias, sino usar las de UTE, luego ANTEL.

Hasta se llegó al caso de que ANTEL trató de liquidar a la empresa de mi padre, creando ellos un servicio propio, con máquinas propias, que le fueron vendidas por Siemens en los '80, luego de haberse amigado al directorio de Antel. Pero como la incapacidad de todos y cada uno de los que integraban (e integran hoy) los cargos superiores de ese mamarracho de estructura era parte de su naturaleza, los abonados al servicio télex ignoraron ese competidor estatal que cobraba la mitad pero que tardaba un mes en dar servicio... y sobrevivimos. Ahora entienden cuando critico a ANTEL, ¿no? Es lo mismo que era.

Quiero hacer con esto un homenaje a cada padre anónimo; ese que no va a ser nada más que un héroe cotidiano; ese que va ser recordado apenas por su estirpe, olvidable quizás para los libros, permanente y peleando el recuerdo para los hijos, que de ellos salimos y llevamos la dignidad como bandera. Y, porque escribiendo de todo y sobre todo, quiero que él reciba, esta noche, mi pequeño homenaje.

A todos los que han hecho de su vida una esperanza, a todos los que nos han enseñado cómo sobrevivir, a esas manos que en sueños sentimos sobre nuestros hombros en los días difíciles, a esas sonrisas, a esas cosas que uno atesora, a todo eso dedico, cándidamente y con cariño, todo lo que puedo darles a ustedes para que se entretengan, se informen y se calienten cada semana.

La historia de cada familia, desde los que tienen un kiosco a un carrito, es la historia de la sociedad; Pérez, Pirulo, como se llamen los que estaban antes de nosotros, son los que nos han permitido ser lo que somos. No se necesita que papi haya salido en sociales, sino que haya estado cuando tenía que estar.

A mi padre, que estaría maravillado con Facebook, Google, Gmail, Google Earth, esas maravillas que son tan comunes hoy, ni que hablar de los celulares, de los iPod, en fin, de cosas de todos los días que para la generación que estaba antes que nosotros serían tan raras como eran para nosotros de chicos el reloj TV de Dick Tracy que ya existe, la Internet, esa galaxia infinita que navegamos las 24 horas y que en la época aquella de las máquinas télex, era impensable.

Hasta la semana que viene y gracias por dejarme compartir este lapsus. Era una cuenta pendiente.

Félix Obes Fleurquin
felixobes@gmail.com

Thursday, November 06, 2008

EL HOMBRE QUE DECIA NO, PERO SI.


EL HOMBRE QUE DECIA NO, PERO SI.

Debería haber apostado en dólares y no en pesos a que La Langosta finalmente iba a claudicar porque su propia naturaleza -¿se acuerdan de aquello qué me es tan afecto del escorpión y la rana?- su ADN y los genomas de la madre que lo parió en mala hora para desgracia de las cosechas, le impedía dejar de ser el hombre que decía no, enfática y seriamente y después con desparpajo similar al de mi nieta, decía que sí. En la película "El último rey de Escocia" el personaje del médico de Idi Amin comenta que lo más peligroso y temible del personaje es su comportamiento infantil que le hace tener una crueldad sin remordimientos.

En este caso, tenemos una falta de seriedad, de ética, de aquello de la palabra dada, de la negación repentina de una postura, que con infantil humor, se pasa del no al sí con la misma velocidad de un ciclotímico político combinado con estado bipolar en materia de conducción de un país, que realmente dejaría perplejo a Gepetto, al público del Pastorcito Mentiroso, pero que a mí no me sorprende nada por que ya lo sabía, por que si algo conocí al ver crecer a esta Langosta es que su única ideología es la de la gelatina, ya que se amolda al espacio circundante con la misma gracia que la Royal y se acomoda sin importar que toda la fila de idiotas que lo siguen ciegamente se rompan los parachoques unos contra otros.

Así las cosas esto de la reelección de La Langosta no merecía más que tres párrafos escritos de una, que era solo por sentar precedente que solo uno que viviera en la República de La Luna podía haberle creído sus enfáticas negativas, que ahora no lo son, y que si las encuestas le dicen, o alguien le dice algo, quizás mañana también niegue lo de hoy, tendrá a los que estan pendientes de esta mala telenovela que es lo que se ha convertido la política en este periodo, esperando el próximo episodio de la la serie "El hombre que decía no, pero sí"

Hasta la semana que viene

Felix Obes Fleurquin
felix@equinoxuruguay.com

Monday, November 03, 2008

CHANGE 2008