You light up my life
You light up my life
Esto es para mi Carolina que el 5 de marzo cumplió 24 años, a la que muchos de ustedes, lectores de 10 años, han visto crecer en Equinox desde sus notas juveniles de hace 8 años, cuando escribía sobre música y sobre humor en su columnita; a la que muchos vieron festejar en el local de Ellauri su cumple de 15 con tres tortas en lugar de una de tres pisos porque el tortero entendió mal el pedido. Mi niña, la luz de mis ojos, que vive su vida con Andrés, al que vimos un día llegar al local para llevársela para siempre.
En la vida nos enamoramos al menos una vez, no hay otra, podés pasar por varias oportunidades pero enamorarse profundamente, pasa una vez. El resto son reflejos, salvo que tengas hijos y ahí, curiosamente, tenés un romance con cada uno de ellos que se hace irrepetible. Con tu primer hijo, con el más chico, con la primera niña, con el que más dolores de cabeza te dio, con cada uno de ellos un primer amor que es más fuerte que el amor que puedas sentir por cualquier persona.
En el caso de Carolina, la soñé antes que naciera, soñé un día antes que nacía en mis manos y así fue, porque la partera que debía llegar no llegó y yo hice de partera con su madre. La primera cara que Carolina vio fue la mía, estupefacta de tenerla, rosada en mis brazos, de ojos azules mirando sin ver al mundo que llegaba, hace 24 años.
No existe en la vida un amor que compita con el que se siente por un hijo, podés tener mil vidas, podés tener todo, pero no hay nada más perfecto, más total, que estar ahí, de pie, con cara de imbécil, el día que ponen a tu hijo en tus brazos... Por un instante sos un dios.
Y eso es un premio, eso es todo lo que vale la pena tener, no hay nada más que compita con eso, absolutamente nada.
Luz de mi vida, Carolina Blue.
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