Energía nuclear, ¡estúpidos!
Energía nuclear, ¡estúpidos!
DEDICADO CON AFECTO A VARIAS ESTÚPIDAS GENERACIONES DE GOBERNANTES IRRESPONSABLES E INCAPACES
No entiendo y seguramente nadie en el mundo que funciona y triunfa porque simplemente hace las diez cosas que hay que hacer y las hace bien y en orden, cómo en un país como éste, sin recursos naturales que le permitan desperdiciarlos como lo hacen Nigeria, Venezuela y Bolivia, para citar tres países que podían ser en serio pero que no lo son, no se usa energía nuclear para poder generar la energía que el país necesita y en eso se le va la vida de las próximas generaciones -porque lo que son las actuales, por su incapacidad, por no haber hecho un país grande y rico no merecen ni ser tenidas en cuenta- energía que de esa forma es la única que la puede tener.
Y me respondo a mí mismo que obviamente tienen que ser así, porque en territorio en que la mayoría de las ovejas siguen balando consignas del siglo pasado y se revuelcan en su caca y lo festejan, premiando al haragán, al mediocre y manteniendo por voluntad propia una estructura de inútiles, corruptos y soberbios en los entes del estado, UTE por ejemplo, portaestandarte de la imbecilidad nacional, que sigue gastando millones de dólares en ¡centrales térmicas! que funcionan a combustible que se importa. Penoso que Carlos Maggi escriba cada semana sobre la necesidad imperiosa del uso de la energía nuclear y la gente y los políticos estúpidos todos de todos los partidos en los que no hay ni medio que valga un décimo de lo que vale un buen servidor público en Nueva Zelanda, no abran la boca porque en su ignorancia y en su cobardía, tienen miedo de quemarse planteando un tema que la bobería nacional, único producto uruguayo con sello natural que es famoso en el mundo, no entendería porque sigue en la época mental de los '50, cuando los snobs de moda hablaban que la energía nuclear era obra del demonio y hacían piquetes frente a las centrales en todo el mundo, antecesores de los trogloditas de Gualeguaychú.
Pero esos analfabetos, nietos de los mismos analfabetos que en el siglo anterior quemaban los telares mecánicos o lloraban porque los trenes suplantaban a las diligencias o los vapores a los veleros, ya no existen en el planeta salvo en Uruguay, país que tiene la delicia de ser retro y fuera de órbita, ideal para que los jubilados del primer mundo mueran en él, pero inepto para la gente joven que, harta de tanta estupidez provincial, se va y quema su pasaporte y se olvida de sus vergonzosos orígenes para poder triunfar; y que quizás venga de visita por una semanita a ver esto como un zoológico de mastodontes con su familia que habla otro idioma... y no vuelve más.
No entro en detalles técnicos. Quien lee esto tuvo oportunidad -y si no lo hizo cometió un grave error y si lo hizo y no lo entendió, peor- de ver las decenas de columnas de Maggi sobre el tema, por lo que en lo que mí respecta me he dado cuenta que otra vez la raíz de los problemas de Uruguay pasa por la irresponsabilidad de una clase política que se suma a la estupidez en lugar de combatirla porque le resulta más fácil seguir la música de una comparsa de décima que componer algo realmente valioso, probablemente porque no tiene capacidad intelectual, seguramente porque aunque la tenga, prefiera atizar las llamas de la orientalidad analfabeta, esa misma que se retroalimenta en los políticos que genera para seguir en el círculo de su ignorancia, balando siempre los mismo y entronizando generaciones de gobernantes que son la risa del resto del mundo que los y nos mira con piadosa conmiseración, como quien mira a un pobre bobo que, sentado encima de una pila de oro lo vende a precio de cobre ante la carcajada planetaria.
Sé que la mayoría de la gente no está de acuerdo con esto, por lo que dicho lo que había que decir, paso a hablar de un tema que quizás tenga la resonancia debida porque es uruguayisimo y no se pone en tela de juicio en esta patria del sur: sobre el fainá, en este caso, el perfecto fainá que mi nieta y yo comimos hace un rato y que es un hito en la historia de la pequeña gastronomía de barrio.
Me gustan las cosas bien hechas y me gustan las cosas simples, por lo general poco sofisticadas, en donde se pone a prueba el arte de quien las hace y que por su simplicidad no necesitan ni toleran fantasías ni boberías como recetas para canallas y de canallas gastronómicos, que sin saber hacer o disfrutar un buen pan con oliva virgen o un huevo frito, se paladean con vinagres de naranja y otras pavadas e inventos como pescado con cremas y salsas complicadas que son un engaño para paladares incultos que necesitan sofisticación porque no pueden manejar la simplicidad, por ejemplo, del fainá perfecto, el fainá uruguayo, dorado y a punto, que Maia y yo nos cenamos en Don Matías, sentados en una mesa en la vereda de la Calle Rivera, lugar de comidas en donde cada cosa que se hace, se hace bien, desde una milanesa como se debe hacer, a unas papas fritas que están a años luz de la inmundicia que se come en MacMierda, pero cercanas en su perfeccción a esas papas fritas, las "french fries" que, en cualquier lugar de Francia, acompañan a una codorniz simplemente asada con hierbas o un robalo a la plancha con uno o dos o a lo sumo, tres ingredientes, porque más, son una barbaridad y una vulgaridad salvo para los bobos de la cocina show, esa que triunfa en Bobolandia del Este, el paraiso de los argentinos que no se por que demonios no van a Buzios o Recife, por dar ejemplos de lugares en donde la gente sabe vivir y comer bajo el sol.
Y dicho esto, espero que lo de la energía nuclear que dentro de poco moverá los hornos de fainá, hornos que deberán seguir siendo de piedra, llegue rápidamente a este país una vez que UTE haya colapsado, haya sido rematada, sus funcionarios enviados a la Antártida a pastorear plancton o aparearse con pingüinos, a ver si de esa mezcla de razas sale una que sepa hacer las cosas como se deben.
Hasta la semana que viene.
DEDICADO CON AFECTO A VARIAS ESTÚPIDAS GENERACIONES DE GOBERNANTES IRRESPONSABLES E INCAPACES
No entiendo y seguramente nadie en el mundo que funciona y triunfa porque simplemente hace las diez cosas que hay que hacer y las hace bien y en orden, cómo en un país como éste, sin recursos naturales que le permitan desperdiciarlos como lo hacen Nigeria, Venezuela y Bolivia, para citar tres países que podían ser en serio pero que no lo son, no se usa energía nuclear para poder generar la energía que el país necesita y en eso se le va la vida de las próximas generaciones -porque lo que son las actuales, por su incapacidad, por no haber hecho un país grande y rico no merecen ni ser tenidas en cuenta- energía que de esa forma es la única que la puede tener.
Y me respondo a mí mismo que obviamente tienen que ser así, porque en territorio en que la mayoría de las ovejas siguen balando consignas del siglo pasado y se revuelcan en su caca y lo festejan, premiando al haragán, al mediocre y manteniendo por voluntad propia una estructura de inútiles, corruptos y soberbios en los entes del estado, UTE por ejemplo, portaestandarte de la imbecilidad nacional, que sigue gastando millones de dólares en ¡centrales térmicas! que funcionan a combustible que se importa. Penoso que Carlos Maggi escriba cada semana sobre la necesidad imperiosa del uso de la energía nuclear y la gente y los políticos estúpidos todos de todos los partidos en los que no hay ni medio que valga un décimo de lo que vale un buen servidor público en Nueva Zelanda, no abran la boca porque en su ignorancia y en su cobardía, tienen miedo de quemarse planteando un tema que la bobería nacional, único producto uruguayo con sello natural que es famoso en el mundo, no entendería porque sigue en la época mental de los '50, cuando los snobs de moda hablaban que la energía nuclear era obra del demonio y hacían piquetes frente a las centrales en todo el mundo, antecesores de los trogloditas de Gualeguaychú.
Pero esos analfabetos, nietos de los mismos analfabetos que en el siglo anterior quemaban los telares mecánicos o lloraban porque los trenes suplantaban a las diligencias o los vapores a los veleros, ya no existen en el planeta salvo en Uruguay, país que tiene la delicia de ser retro y fuera de órbita, ideal para que los jubilados del primer mundo mueran en él, pero inepto para la gente joven que, harta de tanta estupidez provincial, se va y quema su pasaporte y se olvida de sus vergonzosos orígenes para poder triunfar; y que quizás venga de visita por una semanita a ver esto como un zoológico de mastodontes con su familia que habla otro idioma... y no vuelve más.
No entro en detalles técnicos. Quien lee esto tuvo oportunidad -y si no lo hizo cometió un grave error y si lo hizo y no lo entendió, peor- de ver las decenas de columnas de Maggi sobre el tema, por lo que en lo que mí respecta me he dado cuenta que otra vez la raíz de los problemas de Uruguay pasa por la irresponsabilidad de una clase política que se suma a la estupidez en lugar de combatirla porque le resulta más fácil seguir la música de una comparsa de décima que componer algo realmente valioso, probablemente porque no tiene capacidad intelectual, seguramente porque aunque la tenga, prefiera atizar las llamas de la orientalidad analfabeta, esa misma que se retroalimenta en los políticos que genera para seguir en el círculo de su ignorancia, balando siempre los mismo y entronizando generaciones de gobernantes que son la risa del resto del mundo que los y nos mira con piadosa conmiseración, como quien mira a un pobre bobo que, sentado encima de una pila de oro lo vende a precio de cobre ante la carcajada planetaria.
Sé que la mayoría de la gente no está de acuerdo con esto, por lo que dicho lo que había que decir, paso a hablar de un tema que quizás tenga la resonancia debida porque es uruguayisimo y no se pone en tela de juicio en esta patria del sur: sobre el fainá, en este caso, el perfecto fainá que mi nieta y yo comimos hace un rato y que es un hito en la historia de la pequeña gastronomía de barrio.
Me gustan las cosas bien hechas y me gustan las cosas simples, por lo general poco sofisticadas, en donde se pone a prueba el arte de quien las hace y que por su simplicidad no necesitan ni toleran fantasías ni boberías como recetas para canallas y de canallas gastronómicos, que sin saber hacer o disfrutar un buen pan con oliva virgen o un huevo frito, se paladean con vinagres de naranja y otras pavadas e inventos como pescado con cremas y salsas complicadas que son un engaño para paladares incultos que necesitan sofisticación porque no pueden manejar la simplicidad, por ejemplo, del fainá perfecto, el fainá uruguayo, dorado y a punto, que Maia y yo nos cenamos en Don Matías, sentados en una mesa en la vereda de la Calle Rivera, lugar de comidas en donde cada cosa que se hace, se hace bien, desde una milanesa como se debe hacer, a unas papas fritas que están a años luz de la inmundicia que se come en MacMierda, pero cercanas en su perfeccción a esas papas fritas, las "french fries" que, en cualquier lugar de Francia, acompañan a una codorniz simplemente asada con hierbas o un robalo a la plancha con uno o dos o a lo sumo, tres ingredientes, porque más, son una barbaridad y una vulgaridad salvo para los bobos de la cocina show, esa que triunfa en Bobolandia del Este, el paraiso de los argentinos que no se por que demonios no van a Buzios o Recife, por dar ejemplos de lugares en donde la gente sabe vivir y comer bajo el sol.
Y dicho esto, espero que lo de la energía nuclear que dentro de poco moverá los hornos de fainá, hornos que deberán seguir siendo de piedra, llegue rápidamente a este país una vez que UTE haya colapsado, haya sido rematada, sus funcionarios enviados a la Antártida a pastorear plancton o aparearse con pingüinos, a ver si de esa mezcla de razas sale una que sepa hacer las cosas como se deben.
Hasta la semana que viene.
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