Un nuevo Equinoxio en viaje
• Equinox cumple 10 años el próximo 3 de octubre. Diez años que arrancaron en la fecha del cumpleaños de mi hijo Maxi, quien hace unos días me despatarrara con la noticia que voy a ser abuelo de nuevo o sea, en clarito, que el niño que conmigo y sus hermanas y Graciela, madre de ellas, abrimos aquella tarde de octubre de 1998 la tiendita de una esquina, va a ser PAPÁ. Así a boca de jarro, noticia que, como la de la llegada de Maia, me costó un tiempito asimilar hasta que la tuve en los brazos y, como todos los abuelos, casi me hago pis de alegría.
Les voy a ahorrar esta vez las caídas de baba en público por mis hijos y nietos que son tan habituales; ya mis amigos se imaginan la sonrisa con que escribo esto. Sólo quiero creer que esta generación, que es la de los hijos de mis hijos, podrá ser la que definitivamente pueda crecer en el país que ha nacido, junto a nosotros.
Para mi hijo y para Denise, para Leticia y Maia, para Virginia, mi hija lejana a la que extraño cada día y a la que veo de a ratos en el MSN y de la que escucho su vocesita en el teléfono, para Carolina que me llevará a Buenos Aires en mi cumpleaños, para ellos y mis amigos y colaboradores, los que han hecho posible Equinox, esta publicación artesanal que tanto bochinche hace en la red cada semana y para todos ustedes, navegantes de la red, lectores, un enorme abrazo de este Pingüino de Pocitos, 2 veces abuelo 2.
Dije que no babeaba pero mentía... ¡Cambié de opinión!
Y un saludo paterno a mi Maxi, con un especial abrazo por el recuerdo de aquella carta que vimos del primer Obes a su hijo que cruzó la mar océano en 1700 y poco para poblar San Felipe y Santiago; aquella carta escrita a pluma con letra cuidadosa y esmerada que empieza... "A ti hijo de mis entranias que te fuiste a la América..." Porque en esa carta y en todas las cosas que los padres escribimos a nuestros hijos con el alma en la mano cuando están lejos -Maxi, como mi niña Virginia- y tememos por ellos en cada respiración, porque no podemos llegar ahí tan fácilmente. Es esa sensación de amor que vas a sentir toda tu vida por ese hijo que viene, como siento yo por cada uno de ustedes.
• El chofer del guerrillero
Una noticia, como la de la guerra -interminable, desde hace siglos en el Cáucaso, zona de la que estoy aprendiendo cosas que no sabía (hay tanto que uno no sabe y se sorprende) al seguir avanzando en el libro de Francisco Veiga que ya he comentado, "El Turco", que los uruguayos sumergidos en nuestro ombligo no nos percatamos ni entendemos hasta que el efecto mariposa nos cae como una lápida encima- es la del pobre desgraciado que ha sido condenado por la justicia militar de Bush por haberle manejado la Toyota a Bin Laden y haberle quizás cebado el mate y alcanzado azúcar para el té, durante años.
Estados Unidos, un país que se merece el gobierno que tiene como nosotros nos merecemos el nuestro, ha condenado a mil años de cárcel a un cabeza de afgano en Guantánamo -cuyo pecado era ser el chofer de Bin Laden- en un acto de estupidez del imperio más idiota de la historia, equiparable a haber dejado matar por una chusma vociferante a Saddam Hussein, a haber descuidado su seguridad como lo ha hecho siempre y haber permitido, por fallas de inteligencia y coordinación, que un ataque anunciado como el del 11 de Septiembre ocurriera como lo dejó ocurrir, no por mala intención, como dicen los adictos a las conspiraciones; o el ataque a Pearl Harbor o el enfrentamiento con China -que será inevitable para Occidente en el futuro- donde ahora, el peor presidente de la historia imperial tiene que ir a rendir pleitesía a los dueños de su deuda interna, a los dueños de la deuda de Occidente.
Estados Unidos es una gran república. Es, en sus mecanismos democráticos, aun con peros y salvedades, un ejemplo de sociedad; pero como imperio es francamente insulso e ineficaz porque no sabe amoldarse al papel imperial de regir su mundo, como lo supieron hacer otros imperios que representaron a la sociedad occidental en su momento: Roma, Inglaterra, aún Rusia, en la frontera del mundo Occidental, porque Estados Unidos no actúa en consonancia con las responsabilidades globales que tiene y cuando lo hace, es tarde y empujado por su maniático sueño de aislamiento; gana por tirar encima del oponente toda su industria y aplastar al eje por peso y no por sofisticación y fuerza, como Inglaterra; o mete la pata y se mete en un avispero del que no puede y no debe salir, como el de Irak.
• El mito de la tolerancia cero
Está de moda en los círculos conservadores hablar de la famosa tolerancia cero, como si fuera una receta de sopa instantánea que todo lo resolviera; pero la mayoría de la gente que apela a esto también apela cada tanto a la reducción de la edad en las penas, a la aplicación de pena de muerte y tiene poca idea o ninguna de qué se trata o si es una tontería más, como alguna de las ideas de izquierda de esas de "Tierra para todos" o "Hasta la victoria siempre". Son frases-receta-magia-solución automática que poco o nada han influido en los lugares donde supuestamente han dado resultados mágicos.
Para empezar, Uruguay y su policía no tienen capacidad física ni idoneidad moral y técnica para aplicar la ley a rajatabla. Punto.
Y dos, en Estados Unidos, la famosa receta dio magros resultados en la práctica y la caída de la cantidad de crímenes en la década que va de 1995 a 2002 se debió a una suma de factores y a la conciencia ciudadana del respeto a las normas de difícil aplicación en Uruguay, donde la gente ni siquiera tiene cultura de poner la basura donde debe o respetar la fila del supermercado. Somos subdesarrollados, ¡viste!
Y tres, así al paso, porque hay mil motivos para su no aplicación en Uruguay. ¿Dónde demonios metemos presa a las tres cuartas partes de la población del país que califican para ser penadas por una "tolerancia cero"? Todos somos, de facto, contrabandistas, evasores de impuestos o de regulaciones. ¡No me digas que no!
En Estados Unidos, el tremendo descenso del nivel de crímenes violentos se debió principalmente a que paulatinamente, desde los '70, en todos los estados de la Unión arrancando en Texas, se abolió la penalización del aborto y, en consecuencia, los hijos de madres solteras de clase pobre, que creaban los ejércitos de los ghettos y la superpoblación de criminales, cuya única forma de vida posible era el tráfico de drogas, simplemente dejó de nacer, así de simple. Lean "Freakonomics" entre otros libros que dejan ver la realidad desde el ángulo que casi nadie mira.
A ese hecho que no da para discutir, se sumó, sí, la capacidad de "inundar" de policías ciertas áreas, educación de la población y mejoras en la economía, lo que dio por resultado un descenso paulatino de la criminalidad violenta que aún sigue en baja.
Por varios motivos, estamos lejos de esa realidad.
Lo dicho por Levitt en "Freakonomics" es un hecho a tener muy en cuenta cuando se habla de criminalidad, más allá de la postura personal que cada uno tenga con relación al aborto y a las decisiones que cada mujer y su familia tomen en cada caso particular y que bajo ninguna circunstancia debe tratar de imponerse al otro.
Hasta la semana que viene.
Félix Obes Fleurquin
felixobes@gmail.com
Siguen notas sobre el libro en Zona Editorial, a fin de recabar opiniones, siempre y cuando sean hechas luego de tomarse el debido trabajo de leer o el libro o los extractos que abundan en la red; ¡no opinar por reflejo por favor!
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