Redescubriendo Apolo 11
Redescubriendo Apolo 11
¿Recordás aquel día del 69? Llegamos a la Luna, le pusimos banderitas, saltamos de alegría porque habíamos salido de la burbuja de la Tierra y tocábamos el culo de Dios con las dos manos y teníamos todo hecho, sabíamos lo que había que saber, nos reíamos de las enciclopedias y de los viejos de nuestros padres -que eran más jóvenes de lo que somos nosotros ahora- porque habíamos pisado el satélite y acariciado el principio del Universo y todo era así de fácil, mientras en Vietnam se jugaba una guerra y esas guerras alimentaban las nuestras y las hacían universales. Y tú y yo, con mil años menos, viajábamos por el mundo un año después y lo dábamos vuelta en París.
Buen año, estábamos saliendo al mundo, ya sabíamos todo, nos reíamos de lo que los viejos decían y todo bien. Corría la marihuana por toda Europa, de la guerra fría que no era fría para los que morían en Vietnam, desde el Check Point Charlie hasta Brunau y lo tomábamos por asalto y lo hacíamos de nuevo, de norte a sur y la madre que las parió. Tú eras una chica de minifalda y yo un barbudo de pantalones anchos; y ambos, aún en esta comarca gris y pegajosa y con olor a naftalina, éramos diferentes y odiábamos, como hoy, esta quietud sonora que nos ahoga en esta juventud espiritual inevitable e interminable que bajo la luna del sur nos hace ver con fastidio este territorio pampeano, sureño, de cerritos, de lomas, de tangos y milongas lloronas, de las recontramalditas tortafritas, de imbéciles.
Y ahí vamos, en este Uruguay, a redescubrir y hacer desde el cero un país moderno, con ganas de ser algo más que esto. Un país diferente y colorido y luminoso para mis nietos, un país loco y trangresor, un país que le diga idiota al que lo es, un país que, llegado el momento de navegar al sur, se diga a sí mismo que no hay otra posibilidad que verse de nuevo con aquella ingenuidad del año 68, bajo la luna de agosto, un mes y algo después de haber llegado a la Luna en el Mar de la Tranquilidad, locos y alegres de haber sido la generación que tomó al Universo por asalto un día de julio.
Navego al Sur y nos vemos en la esquina del Cabo de Hornos cualquiera de estas noches, para cruzar el estrecho y navegar de una vez por todas en aguas cálidas, empujados por todos los vientos.
¿Recordás aquel día del 69? Llegamos a la Luna, le pusimos banderitas, saltamos de alegría porque habíamos salido de la burbuja de la Tierra y tocábamos el culo de Dios con las dos manos y teníamos todo hecho, sabíamos lo que había que saber, nos reíamos de las enciclopedias y de los viejos de nuestros padres -que eran más jóvenes de lo que somos nosotros ahora- porque habíamos pisado el satélite y acariciado el principio del Universo y todo era así de fácil, mientras en Vietnam se jugaba una guerra y esas guerras alimentaban las nuestras y las hacían universales. Y tú y yo, con mil años menos, viajábamos por el mundo un año después y lo dábamos vuelta en París.
Buen año, estábamos saliendo al mundo, ya sabíamos todo, nos reíamos de lo que los viejos decían y todo bien. Corría la marihuana por toda Europa, de la guerra fría que no era fría para los que morían en Vietnam, desde el Check Point Charlie hasta Brunau y lo tomábamos por asalto y lo hacíamos de nuevo, de norte a sur y la madre que las parió. Tú eras una chica de minifalda y yo un barbudo de pantalones anchos; y ambos, aún en esta comarca gris y pegajosa y con olor a naftalina, éramos diferentes y odiábamos, como hoy, esta quietud sonora que nos ahoga en esta juventud espiritual inevitable e interminable que bajo la luna del sur nos hace ver con fastidio este territorio pampeano, sureño, de cerritos, de lomas, de tangos y milongas lloronas, de las recontramalditas tortafritas, de imbéciles.
Y ahí vamos, en este Uruguay, a redescubrir y hacer desde el cero un país moderno, con ganas de ser algo más que esto. Un país diferente y colorido y luminoso para mis nietos, un país loco y trangresor, un país que le diga idiota al que lo es, un país que, llegado el momento de navegar al sur, se diga a sí mismo que no hay otra posibilidad que verse de nuevo con aquella ingenuidad del año 68, bajo la luna de agosto, un mes y algo después de haber llegado a la Luna en el Mar de la Tranquilidad, locos y alegres de haber sido la generación que tomó al Universo por asalto un día de julio.
Navego al Sur y nos vemos en la esquina del Cabo de Hornos cualquiera de estas noches, para cruzar el estrecho y navegar de una vez por todas en aguas cálidas, empujados por todos los vientos.
2 Comments:
At 3/08/2009 5:55 AM, Anonymous said…
todo bien con la poesia y la metfora
per fue en el 69 q llego el hombre a la luna en persona
saludos y muy buen blog
At 3/08/2009 6:04 AM, Equinox Fin de Semana said…
Tenes razon!
Post a Comment
<< Home