Pobre Superman!
¡POBRE SUPERMAN!
Esta semana, en la que los partidos políticos tradicionales se siguen tirando basura entre ellos -los tres, EP incluido- y canibalizando internamente a ver qué cantidad de retazos de país quedarán de qué lado, qué mendrugos de nación se repartirán, la dedicamos a un héroe de verdad, que tuvo la suerte en vida de encarnar a Superman, héroe de varias generaciones y que, a partir de un accidente que lo dejó paralítico, hizo del resto de su vida un acto de heroismo.
Christopher Reeve, el mejor Superman de la historia del cine, el menos acartonado pese a las limitaciones de los libretos que no dejaban mucho espacio para el lucimiento, acaba de morir; se le paró el corazón luego de nueve años de lucha, sentadito en una silla de ruedas, siempre sonriendo, siempre dando gran parte de su tiempo y de su fortuna para ayudar a otros y se ha ido quizás a ese espacio inventado, en el que Jor-El, su padre, lo estaba esperando desde que se había inventado la kryptonita y desde el dia en que todos sabíamos que Superman iba a morise algún día. Lo sabíamos, lo sabía Christopher y lo sabía Lex Luthor, su enemigo, su contraparte, que seguramente no estará nada satisfecho ya que ahora para Lex, el universo carece de sentido.
"In my dreams I'm sailing..."
Luisa Lane, que ahora es una buena señora solterona que nunca logró meter ni a Clark ni a Superman en su cama ni menos aún llevarlo al altar, está llorando en silencio, quizás en alguna casa de salud, quizás en alguna granja de Wisconsin, probablemente sola y mirando las antiguas historietas en las que ella, en cada aventura, trataba de descubrir si Clark era lo que todos sabíamos: que no era ni pelotudo ni maricón sino que tenía el dilema que tienen todos los héroes de comics, que es no tener tiempo para romances cuando hay que salvar al mundo cada semana.
Christopher no era sólo Superman, como si semejante responsabilidad fuera poco. Era un formidable actor de teatro y de cine; su mejor pelicula, "Deathtrap" de Sidney Lumet, en el año 1982, lo que fue un duelo actoral con otro genio del cine -nada menos que Michael Caine- o su larga carrera que pueden ver en http://www.culturalianet.com/art/ver_e.php?nombre=8947 demostraba que este chico eterno, de sonrisa franca y una pinta descomunal, podía hacer cualquier papel aún desde su silla de ruedas, aún muriéndose cada día, aún con la inevitable melancolía de no poder ser más Superman.
Porque a él le divertía ese papel, le divertía porque lo encarnaba una y otra vez pero no quedaba prisionero de un personaje como le ha pasado a cientos de buenos actores, y lo hacía una y otra vez pero sin la soberbia -por ejemplo- de Sean Connery, que declaraba para las tribunas que a él no le gustaba ser James Bond. Era buen actor, era un héroe de la pantalla y de la vida real y tenía esa rara virtud de las personas de bien de ser humilde y dar las gracias a su primer papel, a su primer trabajo grande, el que lo había hecho famoso.
Termino esta nota y miro por la ventana, algo raudo pasa volando, se siente un estampido sónico y una figura roja y azul se pierde en el horizonte... ¿Es un pájaro, es un avión? ¡No, amigos, es Superman que pasa volando por encima de Pocitos por última vez, porque con Christopher se ha roto un molde y nada será como antes.
Un abrazo
Félix
Esta semana, en la que los partidos políticos tradicionales se siguen tirando basura entre ellos -los tres, EP incluido- y canibalizando internamente a ver qué cantidad de retazos de país quedarán de qué lado, qué mendrugos de nación se repartirán, la dedicamos a un héroe de verdad, que tuvo la suerte en vida de encarnar a Superman, héroe de varias generaciones y que, a partir de un accidente que lo dejó paralítico, hizo del resto de su vida un acto de heroismo.
Christopher Reeve, el mejor Superman de la historia del cine, el menos acartonado pese a las limitaciones de los libretos que no dejaban mucho espacio para el lucimiento, acaba de morir; se le paró el corazón luego de nueve años de lucha, sentadito en una silla de ruedas, siempre sonriendo, siempre dando gran parte de su tiempo y de su fortuna para ayudar a otros y se ha ido quizás a ese espacio inventado, en el que Jor-El, su padre, lo estaba esperando desde que se había inventado la kryptonita y desde el dia en que todos sabíamos que Superman iba a morise algún día. Lo sabíamos, lo sabía Christopher y lo sabía Lex Luthor, su enemigo, su contraparte, que seguramente no estará nada satisfecho ya que ahora para Lex, el universo carece de sentido.
"In my dreams I'm sailing..."
Luisa Lane, que ahora es una buena señora solterona que nunca logró meter ni a Clark ni a Superman en su cama ni menos aún llevarlo al altar, está llorando en silencio, quizás en alguna casa de salud, quizás en alguna granja de Wisconsin, probablemente sola y mirando las antiguas historietas en las que ella, en cada aventura, trataba de descubrir si Clark era lo que todos sabíamos: que no era ni pelotudo ni maricón sino que tenía el dilema que tienen todos los héroes de comics, que es no tener tiempo para romances cuando hay que salvar al mundo cada semana.
Christopher no era sólo Superman, como si semejante responsabilidad fuera poco. Era un formidable actor de teatro y de cine; su mejor pelicula, "Deathtrap" de Sidney Lumet, en el año 1982, lo que fue un duelo actoral con otro genio del cine -nada menos que Michael Caine- o su larga carrera que pueden ver en http://www.culturalianet.com/art/ver_e.php?nombre=8947 demostraba que este chico eterno, de sonrisa franca y una pinta descomunal, podía hacer cualquier papel aún desde su silla de ruedas, aún muriéndose cada día, aún con la inevitable melancolía de no poder ser más Superman.
Porque a él le divertía ese papel, le divertía porque lo encarnaba una y otra vez pero no quedaba prisionero de un personaje como le ha pasado a cientos de buenos actores, y lo hacía una y otra vez pero sin la soberbia -por ejemplo- de Sean Connery, que declaraba para las tribunas que a él no le gustaba ser James Bond. Era buen actor, era un héroe de la pantalla y de la vida real y tenía esa rara virtud de las personas de bien de ser humilde y dar las gracias a su primer papel, a su primer trabajo grande, el que lo había hecho famoso.
Termino esta nota y miro por la ventana, algo raudo pasa volando, se siente un estampido sónico y una figura roja y azul se pierde en el horizonte... ¿Es un pájaro, es un avión? ¡No, amigos, es Superman que pasa volando por encima de Pocitos por última vez, porque con Christopher se ha roto un molde y nada será como antes.
Un abrazo
Félix
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