Equinox Fin de Semana

Notas de Felix Obes Fleurquin y del Semanario Equinox Fin de Semana de Uruguay

Tuesday, June 08, 2004

POR AQUELLO QUE ENCONTRÉ EN TUS OJOS

POR AQUELLO QUE ENCONTRÉ EN TUS OJOS


Sería lo que pensaba Manuel Xavier de aquella morena de Granada que había derretido en una noche de verano a fuerza de poemas, besos y vino mientras dirigía aquel 10 de junio de 1944 su acorozado "Madrid" de la Legión Extranjera a través de los setos de Normandía para enfrentarse a la II División Acorazada de las SS (Sepp Dietrich) que recién se despabilaban del exceso de chucrut y cerveza y órdenes contradictorias del Ober Kommando y avanzaban hacia las playas del desembarco.

Antonio, mi amigo, se divierte con mis especulaciones a partir de pequeñas frases encontradas en cartas de la época y desde las que invento y recreo lo que pasó o lo que podría o deberían haber sido esos días, como cuando en camino a Normandía en el 84, siguiendo el curso del Sena para evitar las malditas autopistas de Cortázar, pasamos por Les Andelys, un pueblo en un recodo del río, en donde, en un promontorio, se ven los restos de la fortaleza de los Plantagenets, la familia de Ricardo Corazón de León y en donde, sentado en una muralla derruida imaginé a Ricardo joven, bruto y espléndido, soñando sueños de Rey y de Cruzado para espanto de mi audiencia familiar que se moría de hambre y quería bajar al pueblo para comer unos sándwiches.

Cuatro días después con separación de 40 años, Manuel Xavier tuvo su bautismo de fuego en medio de uno de los miles de bosques bajos de arbustos, tan parecidos a nuestros montes criollos de los que Normandía está llena y que en esa época eran una maldición para los tanquetas aliados y un refugio para los Panzer Grenadier que desde estos enloquecían a los americanos.

El evento sucedió el 10 de junio a las 06:54 según está consignado en las notas de Manuel en las que mencionaba que estaban hartos de raciones K y que esperaban encontrar alguna granja donde tomar buen vino y comer buen queso, pero como toda la zona estaba desbaratada por los combates, no había nadie en su sano juicio que se hubiera quedado a ordeñar una vaca normanda y así, con las tripas aullando, nuestro soldadito se dio de trompa contra un Panzer que venía en sentido contrario y jura Manuel que le vio los ojos al chucrut que iba en la torreta y que se miraron asombrados uno al otro por ese accidente de tráfico en donde ambos dejaron parte de sus latas, para seguir sabiamente cada uno en dirección opuesta, mirándose ya que ninguno atinó ni quiso dar la vuelta y morir estúpidamente. Decía Antonio que su padre le contaba riéndose que saludó al alemán con la mano y que éste respondió y siguió su curso.

Cada uno de ellos quizás tenían otra cita más o menos importante, pero en segundos y de común acuerdo, esa mañana habían decidido no matarse entre sí; quizás el alemán, como Manuel, gracias a esos segundos de una buena decisión, tuvo larga vida y buena muerte muchos años después. Pero la cosa fue que Manuel vivió para contarlo y el otro probablemnete también mientras su Mariscal Rommel, que por no haber sido soldado de buen juicio y haberle dado pelota a su esposa como no lo hacía en 1815 nuestro héroe Pavel Soviesky, él, el encargado de la defensa de Normandía, él, el Zorro del Desierto pero el Pato Sentado de Normandía, había dejado su puesto en Caen para ir a Berlín a festejar el cumpleaños de su esposa.

Mariscal Rommel, petiso, compadrito, pollerudo.

Y el capricho de un buen marido pero mal estratega dejó a su ejército en pelotas, sin mando y como es bien sabido que los alemanes no improvisan y se atienen a la línea de mando, perdieron la batalla -y a la postre, la guerra- por una mujer, una mujer que otra mañana, varios meses después, vio partir a su esposo rumbo a su suicidio por orden del Führer, que lo suicidaba no tanto por su participación en el complot contra su vida, sino por ser un pelotudo y pollerudo.

Bien decía Pavel, Guardia de Napoleón, "no jodáis, Agnes"; bien debía haberle dicho Erwin a su esposa lo mismo mientras Manuel Xavier recorría Normandía después del susto con el alemán, muerto de hambre y con el culo pegado a su asiento, el corazón latiéndole por la granadina a la que nunca más vería y de la que sus ojos serían, 60 años más tarde, el motivo del homenaje de un amigo de su hijo; hijo que vivió otras guerras y que vio miles de ojos curiosos, ojos redondos, razgados, celestes y verdes, ojos de mujeres, cada una más maravillosa que la anterior, mujeres que le dieron y me dieron hijos e hijas después de guerras y sustos, y para las cuales escribimos, para enseñarles y entretenerlos.

Le Vieux Soldat -diría Antonio una tarde sentados en un café del Quartier Latin, creo que era Le Deux Magots y creo que era en el '69- un viejo soldado, un viejo amante, ha tenido batallas y mujeres por igual. Yo, mi estimado Bocha, sólo recuerdo a mis mujeres. Y con eso pedimos otra ronda de Pernot y alucinados salimos caminando por Saint Germain rumbo a algún restaurant que nos diera una cena como la gente, fuerte, sustanciosa, un buen Chucrut Royale con champagne en Le Chop D'Alsace, ahí por el Odeon, en homenaje al alemán que su padre había visto pasar de largo aquel 10 de junio de 1944.

Hasta la semana que viene.

Félix Obes Fleurquin

http://www.lesdeuxmagots.fr/
http://www.vaetvient.fr/index.php

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