ME HACES BRILLAR
SABADO 29 DE MAYO 2004
ME HACES BRILLAR
Pavel Sobieski, nacido francés por una de esas casualidades de las guerras de la Primera República y las napoleónicas que hacían que mareas humanas fueran y volvieran por toda Europa, hijo de padre checo y madre polaca -se dice que con escaso consentimiento de ésta- en Reims y alistado a patadas en el culo por un bigotudo sargento luego de una descomunal borrachera y la trifulca que siguió a ésta en una taberna, evitó la cárcel de esta forma y terminó, para su propia sorpresa, siendo el mismo Sargento Mayor de la Guardia, La Vieja Guardia del Emperador.
Pavel, del que hay una mención en un registro de acompañantes de Napoleón en Elba (Archivo Real de La Corona, London), aparece de nuevo en una de las últimas nóminas de pago en 1815, en París, por lo que el Coronel Xavier y yo dedujimos, "ha de haber estado al lado del Emperador en sus momentos de auge y de caída y ha de haber sido uno de los últimos soldados en rendir sus armas luego de la abdicación y la posterior captura". Sin embargo, por más que buscamos, no aparece en Santa Helena, por lo que Xavier -no yo- una noche de muy mal humor y mucho whisky, decretó que lo habían fusilado y se olvidó de él.
Sin embargo, un día, hace como 10 años, un tiempo después de que Xavier decretara Urbi et Orbi ese oscuro final, visitando Le Musée de l'Armée con Maxi, en ocasión de un viaje por sus 15 años y caminando Les Invalides de arriba para abajo, nos topamos con unas vitrinas llenas de documentos de época de esos que casi nadie lee y que en los museos se ponen de relleno y, mirando al azar, me topé con una carta escrita por él; su firma, laboriosa como la de alguien al que le cuesta escribir pero que afana, era absolutamente clara. Estaba en un montón de papeles y no se podía leer más que unas pocas palabras a través del vidrio no muy limpio de la vitrina, no se veía fecha sólo la última frase antes de la firma, "Vous me faites briller".
Maxi, que estaba podrido de ver papeles y que quería ver cañones, uniformes y maquetas de batallas, me hizo seguir a otras salas -hay como 50 en varios pisos- y sólo pude tomar nota de esa frase suelta que demostraba que Sobiesky sabía escribir y había podido enviar a alguien una frase de saludo que es bastante más compleja que lo que uno esperaría de un sargento.
Hoy, recordando con mi hijo aquel viaje al que dedicamos equitativamente en ver museos militares, castillos y lugares como el Crazy Horse de París -entró gracias a un portero benevolente y aceitado por unos francos, lo cual destruye de plano la honestidad de la Unión Europea que tanto nos tranca las exportaciones y le da tema al Primer Bobo de la Nación- saltó la visita al Museo que Maxi recuerda menos que las vedettes del Crazy y me decidí a escribir sobre el fiel Pavel, soldado del Emperador, combatiente de la Campaña de Rusia y sobreviviente de Waterloo.
Imagino a Sobiesky, bigotudo y corpulento -así tenían que ser los miebros de La Vieja Guardia- y en eso no me puedo equivocar, sentado en un campamento en la retirada de Rusia, helado y atento a los cosacos que flanqueban a los franceses, mirando en la noche la luna fría, brillando sobre ese ejército vencido pero magnífico aún en su derrota -tendremos que esperar una cualidad similar de gloria en momentos adversos casi 150 años para ver al Cuerpo Expedicionario haciendo costar sangre a los alemanes cada metro en Dunkerke- y recordándola en Elba antes de la gesta de Los 100 Días -motor de la invención de la Salsa Mayonesa* entre otras cosas que han cambiado a Occidente- y como tiempo había de sobra para escribir unas líneas mientras L'Empereur conspiraba para volver a la Francia que él había hecho poderosa.
Sentado tomando un Beaujolais y fumando su pipa, enviando esa carta que por el azar vi, a su casa, a su mujer, explicando que en su vida, la vida que le había tocado, única y maravillosa, él había elegido compartir el destierro de Su Majestad antes que quedarse junto a ella, porque la gloria es algo inasible que debemos aceptar para no ser olvidados. ¡Qué bien sabía ella que al aceptarlo como marido, siendo él, junto a los compañeros de La Guardia soporte del Emperador en las buenas y en las malas, debía tomar ese voto como superior a los votos matrimoniales!
Supongo que puede haberle dicho a su Agnes, por darle a ella un nombre propio, "Mujer, si hubiérais querido un marido que estuviera siempre junto a ti, os hubiérais casado con algún palafrenero, mozo de cuadra o soldado de línea que los hay a vuestra mano en toda la Rue Des Roix, así que no me jodáis, Agnes, con el tema"; y para atenuar la frase de soldado, como un buen soldado es en el fondo un guerrero-poeta, mirando la luna, escribió en un toque de esa magia que nos da imaginar la sonrisa y la piel que queremos en momentos difíciles, la frase maravilosa de la que nunca tendré explicación y que es el título de esta nota.
Tú con tu amor me haces brillar como esa luna que tengo delante mío esta noche de vela de armas, mientras cuido la vida y el honor de Francia, por la que según Antonio Xavier seré fusilado por un Borbón dentro de varios meses, y mi vida será un calvario de olvido hasta que un escribidor con alma de Bonapartista, otra noche como ésta, mirando esa misma luna por la que mi espíritu brilla, redescubra mi gloria y me salve del olvido. Y me haga eterno.
Y en esa mañana, Pavel Sobieski, el día que lo pusieron delante de una pared y lo mataron, cerró los ojos, brilló como una estrella antes de apagarse, y sus ojos claros, checos, polacos y franceses, se bebieron las balas que llegaban a él con una sonrisa. El curioso mecanismo que hace que tengamos una vida con gloria o una vida sin ella se había ejecutado y el universo tenía un héroe más de esos que tanta falta nos hacen.
Hasta el sábado que viene.
Félix
*Ver la nota anterior o pedírmela, "Como la invención de la mayonesa"
Un link interesante
http://148.243.4.126/hobbymex/historia/napoleon/bonaparte.htm
ME HACES BRILLAR
Pavel Sobieski, nacido francés por una de esas casualidades de las guerras de la Primera República y las napoleónicas que hacían que mareas humanas fueran y volvieran por toda Europa, hijo de padre checo y madre polaca -se dice que con escaso consentimiento de ésta- en Reims y alistado a patadas en el culo por un bigotudo sargento luego de una descomunal borrachera y la trifulca que siguió a ésta en una taberna, evitó la cárcel de esta forma y terminó, para su propia sorpresa, siendo el mismo Sargento Mayor de la Guardia, La Vieja Guardia del Emperador.
Pavel, del que hay una mención en un registro de acompañantes de Napoleón en Elba (Archivo Real de La Corona, London), aparece de nuevo en una de las últimas nóminas de pago en 1815, en París, por lo que el Coronel Xavier y yo dedujimos, "ha de haber estado al lado del Emperador en sus momentos de auge y de caída y ha de haber sido uno de los últimos soldados en rendir sus armas luego de la abdicación y la posterior captura". Sin embargo, por más que buscamos, no aparece en Santa Helena, por lo que Xavier -no yo- una noche de muy mal humor y mucho whisky, decretó que lo habían fusilado y se olvidó de él.
Sin embargo, un día, hace como 10 años, un tiempo después de que Xavier decretara Urbi et Orbi ese oscuro final, visitando Le Musée de l'Armée con Maxi, en ocasión de un viaje por sus 15 años y caminando Les Invalides de arriba para abajo, nos topamos con unas vitrinas llenas de documentos de época de esos que casi nadie lee y que en los museos se ponen de relleno y, mirando al azar, me topé con una carta escrita por él; su firma, laboriosa como la de alguien al que le cuesta escribir pero que afana, era absolutamente clara. Estaba en un montón de papeles y no se podía leer más que unas pocas palabras a través del vidrio no muy limpio de la vitrina, no se veía fecha sólo la última frase antes de la firma, "Vous me faites briller".
Maxi, que estaba podrido de ver papeles y que quería ver cañones, uniformes y maquetas de batallas, me hizo seguir a otras salas -hay como 50 en varios pisos- y sólo pude tomar nota de esa frase suelta que demostraba que Sobiesky sabía escribir y había podido enviar a alguien una frase de saludo que es bastante más compleja que lo que uno esperaría de un sargento.
Hoy, recordando con mi hijo aquel viaje al que dedicamos equitativamente en ver museos militares, castillos y lugares como el Crazy Horse de París -entró gracias a un portero benevolente y aceitado por unos francos, lo cual destruye de plano la honestidad de la Unión Europea que tanto nos tranca las exportaciones y le da tema al Primer Bobo de la Nación- saltó la visita al Museo que Maxi recuerda menos que las vedettes del Crazy y me decidí a escribir sobre el fiel Pavel, soldado del Emperador, combatiente de la Campaña de Rusia y sobreviviente de Waterloo.
Imagino a Sobiesky, bigotudo y corpulento -así tenían que ser los miebros de La Vieja Guardia- y en eso no me puedo equivocar, sentado en un campamento en la retirada de Rusia, helado y atento a los cosacos que flanqueban a los franceses, mirando en la noche la luna fría, brillando sobre ese ejército vencido pero magnífico aún en su derrota -tendremos que esperar una cualidad similar de gloria en momentos adversos casi 150 años para ver al Cuerpo Expedicionario haciendo costar sangre a los alemanes cada metro en Dunkerke- y recordándola en Elba antes de la gesta de Los 100 Días -motor de la invención de la Salsa Mayonesa* entre otras cosas que han cambiado a Occidente- y como tiempo había de sobra para escribir unas líneas mientras L'Empereur conspiraba para volver a la Francia que él había hecho poderosa.
Sentado tomando un Beaujolais y fumando su pipa, enviando esa carta que por el azar vi, a su casa, a su mujer, explicando que en su vida, la vida que le había tocado, única y maravillosa, él había elegido compartir el destierro de Su Majestad antes que quedarse junto a ella, porque la gloria es algo inasible que debemos aceptar para no ser olvidados. ¡Qué bien sabía ella que al aceptarlo como marido, siendo él, junto a los compañeros de La Guardia soporte del Emperador en las buenas y en las malas, debía tomar ese voto como superior a los votos matrimoniales!
Supongo que puede haberle dicho a su Agnes, por darle a ella un nombre propio, "Mujer, si hubiérais querido un marido que estuviera siempre junto a ti, os hubiérais casado con algún palafrenero, mozo de cuadra o soldado de línea que los hay a vuestra mano en toda la Rue Des Roix, así que no me jodáis, Agnes, con el tema"; y para atenuar la frase de soldado, como un buen soldado es en el fondo un guerrero-poeta, mirando la luna, escribió en un toque de esa magia que nos da imaginar la sonrisa y la piel que queremos en momentos difíciles, la frase maravilosa de la que nunca tendré explicación y que es el título de esta nota.
Tú con tu amor me haces brillar como esa luna que tengo delante mío esta noche de vela de armas, mientras cuido la vida y el honor de Francia, por la que según Antonio Xavier seré fusilado por un Borbón dentro de varios meses, y mi vida será un calvario de olvido hasta que un escribidor con alma de Bonapartista, otra noche como ésta, mirando esa misma luna por la que mi espíritu brilla, redescubra mi gloria y me salve del olvido. Y me haga eterno.
Y en esa mañana, Pavel Sobieski, el día que lo pusieron delante de una pared y lo mataron, cerró los ojos, brilló como una estrella antes de apagarse, y sus ojos claros, checos, polacos y franceses, se bebieron las balas que llegaban a él con una sonrisa. El curioso mecanismo que hace que tengamos una vida con gloria o una vida sin ella se había ejecutado y el universo tenía un héroe más de esos que tanta falta nos hacen.
Hasta el sábado que viene.
Félix
*Ver la nota anterior o pedírmela, "Como la invención de la mayonesa"
Un link interesante
http://148.243.4.126/hobbymex/historia/napoleon/bonaparte.htm
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