Equinox Fin de Semana

Notas de Felix Obes Fleurquin y del Semanario Equinox Fin de Semana de Uruguay

Thursday, April 28, 2005

ANTEL SUTEL, ¡Que viva la Pepa!

ANTEL SUTEL, ¡Que viva la Pepa!
Bueno, mis amigos, esta semana como habrán visto en la Sección Frases, la perla es la del amigo Boffano Führer, perdón, Capo, perdón, Jefe de Sutel de "hay que hacer patria usando teléfonos de Sutel, perdón, de Ancel Antel a pesar de que te refajen, te recontra fajen con las tarifas de telefonía celular, de Internet, de adsl, de telefonía urbana e interurbana, a pesar de que María Simón -¡volvéééé Gurméndez volvéééé!- haya dicho clarito, clarito en criollo y con mayúscula, que NOOOO habrá tarifa única y que no bajan nada ni dejan entrar el cable internacional de fibra óptica; y que María Sutel, haya bochado y Tabaré arrugado y aceptado que Equital nos siga fajando con la TV Cable.

Es así, hay que ser patriotas y nabos y los que usamos CTI somos unos vendepatrias hijos de la madre que nos parió y piratas, y que "haga patria, mate un vendedor de CTI" y la gente, como siempre dice Fattoruso, es tan pero tan boluda -él es fino, no dice boluda, eso lo digo yo que soy grosero- que le pegan en el lomo y lo acepta y lo disfruta y pide "más, más papirri, que me gusta" y usa Ancel, Sutel, María y dale que va y no se calienta, salvo el día que llega la cuenta y ahí se le mueve el coágulo y capta que la estaban currando; y para sacarse la bronca, como es patriota, patea al perro, la faja bien de guapo a la patrona, cachetea a los pibes y paga como quien da la limosna en misa y amén, se lo banca y sigue con Ancel.

Y a mí, que estoy excomulgado por mi amigo Álvaro por hablar mal del Papa, de la Iglesia, de Sor Juana Inés de La Cruz y de las Cruzadas, eso me pone de un humor agrio ya que si hay algo que me saca de quicio es ver a la gente siendo boluda no sólo por naturaleza -que el que nace boludo se va al cielo en esa condición- sino siendo boluda por cosa del libre albedrío y apoyando de facto la existencia de engendros sólo aptos para el Homo Uruguachotensis como Antel Sutel y los Treinta y Tres Orientales que no eran orientales sino argentinos como ellos mismos lo declararon el 19 de abril en la historia que no enseñan en el cole pero que Uruguay, como acepta Sutel, se ha metido de héroes a 33 enviados de las Provincias Unidas; o acepta porque es linda esa Torre del carajo de Antel que debería ser vendida a una cadena hotelera, que nos costó nada más ni nada menos que nos hayamos quedado sin guita para que Antel fuera una empresa en serio y no el mamarracho arqueotecnológico de hoy.

Así que excomulgado y siendo vendepatrias según el amigo Boffano, decido perpetrar un atentado a la Patria y vender CTI, sííííí, así me recibo de enemigo público número 1 en la lista de Sutel y el amigo Román no me saluda más, porque si hay algo que no tolero es a los matones o a los prepotentes que se creen que ellos tienen la razón y que el resto de la manada son unos giles, como es que deben pensar Antel, María, Sutel y su Excelencia el Dr. Vázquez, al apoyar este doble atentado contra los pagadores de impuestos no bajan nada, no unifican nada, no entra nadie más al mercado de las telecomunicaciones cautivas y a joderse.

Así que el taciturno Fagúndez, montado en su fiel Firefox que lleva una montura donada por CTI -que para Boffano ese nombre debe ser como el ajo y la cruz para Drácula- apura a su pingo y al trotecito manso se aleja hacia el horizonte mientras María y la troupe de Sutel lo persiguen a flechazos por antipatriota.
Para terminar, viendo Zona Urbana
Y en el país del nopasanada, se ha creado otra industria, Los Criaderos de Bebés, el Chiqui, ¿es un industrial o un hijoeputa? La Ley para variar no se acompasa a la realidad, ¿declararán al Chiqui proyecto de interés nacional, estén exentos de iva los bebés? Acá no pasa nada, la clase política discute por carguitos, los empleados públicos por ver cómo hacen para ganar más trabajando menos y el Chiqui siendo proveedor de bebés de la clase media. ¡Uruguay!

Un abrazo para todos.
Bocha


Enviado por Agustin Tajes

"El sindicato de Antel (Sutel, para los íntimos) ha llamado a los "compañeros" a no utilizar celulares de Movicom y CTI, que son embajadores del imperio, y sí de Ancel.

Tengo otras iniciativas que, a no dudarlo, nos harán más libres de tanta opresión y tiranía del imperialismo yanqui y apátrida.

a) No usar autos de marcas extranjeras. O sea, volver al ómnibus.
b) No tomar ómnibus, porque las unidades que circulan se fabricaron en el extranjero.
c) No permitir a equipos con nombres extranjeros, como Liverpool y Wanderers, disputar partidos del torneo local de fútbol. Y tampoco a Peñarol, de paso, por inglés. Ni a Rampla, por Junior. Ni a Racing. Ni a River Plate.
d) No comer pop, invento foráneo.
e) No comer hamburguesas.
f) No cargar en estaciones de Texaco, Shell, Esso, etc. ¿Que la nafta es de Ancap? Bueno... ese es un problema.
g) Y hablar todo el tiempo por Ancel. Aunque si lo pienso bien, los aparatos celulares son extranjeros, por lo que lo mejor sería no usar celular y volver al viejo y querido fono fijo, aquel de disco. ¿Y no lo inventó Bell? Bueno, siempre dije que no hay como las señales de humo.

Yo digo: a la gente del sindicato de Antel, ¿alguien la asesora en cómo equivocarse, o comete este tipo de burradas solita, y sin asistencia externa?

Cosas veredes, Sancho..."



De Eduardo Di Santi
Nobleza obliga, desagravio público a Gurméndez

Bueno, me llega el difícil momento de arrepentirme de mis dichos. Me explico: hace uno o dos años, ahogados por Antel bajo la dirección del Ing. Gurméndez, yo opiné y a ti te consta, que el colega carecía de la base necesaria para entrar en un "debate" sobre telecomunicaciones, en especial, sobre todo lo concerniente e Internet.

Resulta que dije, creo que públicamente, que aborrecía la política que llevaba adelante, que no entendía si eso era producto de arreglos con empresas o necesidad de recaudar o simplemente burrez.

Veo ahora que me equivoqué con Gurméndez, es decir, me parece terrible lo que Antel hacía, repudio el getho tecnológico al que nos somete esta empresa que debería velar por los intereses de sus ¿"dueños"?, es decir, el pueblo, pero, parece que entrar a manejar Antel implica perder visión, cambiar, hacerse partidario del atraso, querer llevar a Uruguay a la carreta en el tiempo no ya del ferrocarril, sino del automóvil.

Cuando se habla del IPv6, de Internet 2, nosotros seguimos con módems, con ADSL asñincrono 256/64 a 50 dólares por mes, ¡¡50 dólares!!

Tengo que disculparme con el Ing. Gurméndez y decir que no es culpa suya, que es Antel, porque si este gobierno que no tiene "arreglos" con empresas, que piensa en la gente y que pone a los más capaces a dirigir y/o asesorar hace lo mismo que hacía el gobierno corrupto antipatria que teníamos, sólo me queda deducir que, o el mundo está equivocado y nosotros vemos que el futuro es la telefonía fija, los módems, etc., o de lo contrario algo, un virus, el aire, no sé, algo, obnubila el cerebro de excelentes profesionales, DE LA DECANA DE INGENIERÍA, ¡¡que no es tongo!! Entonces no es culpa de los presidentes del ente, es otra cosa.

Vayan entonces mis disculpas para Gurméndez, públicas, como públicas fueron mi afirmaciones censurantes.

Te agradezco que publiques esta nota ya que es de caballeros disculparse cuando se cometen errores.


Traidores y vendepatrias
por Claudio Paolillo
BUSQUEDA

Las elecciones y la rotación de los partidos en el poder son elementos esenciales para la existencia de la democracia. Pero ellos, por sí solos, no son suficientes -ni mucho menos- para modificar las pautas psicológicas y culturales que trancan el desarrollo de una nación.

En Uruguay hubo el año pasado elecciones libres y limpias. El pueblo decidió una rotación histórica de partidos en el gobierno, apoyando masivamente a uno que nunca había estado allí y apartando a los que siempre habían estado antes. Fue -y es- un cambio fenomenal.

Fue -y es- la democracia en acción con todas sus banderas desplegadas: libertad para elegir, libertad para expresarse, libertad para asociarse, separación de poderes, garantías individuales aseguradas para todos y, por sobre todo eso, el imperio de la ley. Todos los uruguayos -los que votaron por este gobierno y los que lo hicieron por quienes pasaron a la oposición- pueden sentir legítimo orgullo de que esto haya sido así y siga siéndolo. Es un gran activo del Uruguay en su conjunto, a veces mucho más valorado por los extranjeros -que lo elogian con admiración genuina- que por los propios uruguayos. Sin embargo, la rotación de los partidos en la administración pública y el cambio en los elencos gubernamentales no puede, por más fuerte que haya sido, romper con atavismos, lógicas perversas, malos hábitos y peores costumbres que se arrastran desde hace muchas décadas en el país y, por eso mismo, son parte del "ADN" de una inmensa cantidad de uruguayos, de su cultura más profunda y arraigada. Cambiar eso es, por cierto, mucho más difícil que ganar una elección. Y, para el Uruguay, es también mucho más importante. Es, de algún modo, la clave para intentar hacer de éste un país próspero, donde -como alguna vez ocurrió- todos los ciudadanos tengan igualdad en el punto de partida y sientan, crean y comprueben que pueden progresar en base a su trabajo y a su esfuerzo personal. Donde, en definitiva, todos los uruguayos se convenzan, por fin, de que romperse el lomo en el país paga y olviden, sobre todo los jóvenes, la compulsión a emigrar porque no encuentran oportunidades en su propia tierra.

El episodio que involucró hace algunos días al sindicato de la telefónica estatal Antel y a una señora cuyos padres tupamaros murieron a manos de las Fuerzas Conjuntas en 1972 (Búsqueda N° 1.299, pág. 20) es bien aleccionador respecto a lo mucho que falta por hacer para romper esos terribles nudos psicológicos y culturales que atan el pensamiento y, con ello, frenan el desarrollo, la creación de nuevas fuentes de trabajo genuinas y el combate real a la pobreza y a las inequidades sociales más flagrantes.

Hace 33 años (¡33 años!) la señora Ana Martirena quedó huérfana cuando, en pleno apogeo de la guerra interna que sufría el país a comienzos de los años '70, sus padres tupamaros fueron ultimados por efectivos militares. La señora Martirena integra, por esa razón, una Comisión de Familiares de Asesinados Políticos que se reúne periódicamente. Cuando organizaba una de esas reuniones, Martirena preguntó al sindicato de Antel (Sutel) si éste podía permitirle el uso de un salón de su complejo deportivo. Esperaba una respuesta positiva.

Pero la señora Martirena vive en el año 2005 y, como otros cientos de miles de uruguayos, utiliza un teléfono celular. Ella, con toda ingenuidad, dejó en Sutel sus datos para ser ubicada, entre ellos el número de su teléfono celular que contrató con una de las empresas privadas que operan en ese rubro en Uruguay y compiten con Ancel, la compañía estatal donde trabajan los funcionarios públicos afiliados a Sutel.

Eso fue suficiente como para que la señora Martirena recibiera no sólo una respuesta negativa de Sutel, sino que además fuera repudiada con el argumento de que estaba traicionando a sus propios padres. Semejante enormidad le fue comunicada por escrito a quien había tenido la tremenda desgracia de perder violentamente a sus padres hace 33 años y a quien, además, desde hace años integra un grupo que reivindica la memoria de ellos y de otras personas muertas durante aquellos años de plomo.

Un señor llamado Héctor Boffano, funcionario público inamovible de Antel y, asimismo, presidente de Sutel, le escribió a la señora Martirena que el sindicato no prestaría su local a la Comisión de Familiares de Asesinados Políticos... ¡porque ella habla por un celular de una empresa que no es estatal!

Vale la pena transcribir las propias palabras del señor Boffano -inflamadas de apelaciones a la patria y a la gloria del "pueblo oriental", de cuyas "heroicas" luchas se siente custodio y heredero- para advertir la desmesura increíble de sus razonamientos y porque, además, a esta altura puede haber lectores que crean que este columnista está exagerando. Dijo Boffano en su respuesta a Martirena: "El pueblo oriental supo defender los principios toda vez que las circunstancias de vida así lo exigieron. Los compañeros caídos en la lucha fueron y son un ejemplo de ello. Quienes invocando su memoria adoptan conductas contradictorias y antinacionales contrapuestas a ellos, como es su caso, que nos da para comunicarnos un teléfono celular de una empresa pirata multinacional como CTI Móvil (096), después que el pueblo oriental manifestó de forma contundente el 13/12/ 92 su voluntad inequívoca en defensa de la empresa pública y ratificó esto con la recolección de 701.548 firmas para derogar los artículos 612 y 613 de la ley de presupuesto, la que un nuevo intento privatizador pretendió imponer el señor Batlle al país, nosotros no sentimos obligación alguna con ustedes (...). Lamentamos esta situación. Pero que les quede bien clarito: los asesinados políticos para nosotros son ejemplo y banderas que flamean en nuestros corazones. Precisamente por ellos, por respeto a su memoria, que no vendieron, principios 'al vil precio de la necesidad', es que consideramos que no podemos responder favorablemente a su pedido por entender que no están a la altura de lo que dicen invocar".

Como se ve, el señor Boffano "respeta" la memoria de los padres de la señora Martirena y la acusa de asumir una conducta "antinacional" y de "vender" sus principios. Él no quedó huérfano cuando era niño pero "respeta" la memoria del matrimonio Martirena más que la hija de éste; él no integra la comisión que se dedica a recordar a esas personas, pero se arroga el derecho de formular tamaños señalamientos sólo porque Martirena lleva en su cartera un teléfono que a Boffano no le gusta. Por esa simple razón, Boffano "respeta" y Martirena "traiciona". Es demasiado.

La respuesta de la señora Martirena fue tan simple como lapidaria. Ella preguntó cuál es el problema "de que haya dos, tres o diez empresas" de telefonía móvil y explicó que contrató el servicio de CTI Móvil porque su tarifa es "tres veces más barata" que la de Ancel.

El señor Boffano -un empleado del "pueblo oriental" que todos los meses le paga el sueldo- quiere que Martirena y el resto de los uruguayos queden prisioneros de un monopolio que lo favorece directamente a él y a sus compañeros. Quiere que en Uruguay Antel sea la única empresa habilitada para proveer teléfonos celulares, de modo que pueda fijar las tarifas que se le antoje y, de paso, asegurarle a Boffano y a sus colegas empleo inamovible para toda la vida. Es tan egoísta y tan poco solidario y progresista el pensamiento y la conducta del señor Boffano, que ni siquiera se detiene a pensar por un instante en los centenares de trabajadores de Movicom y de CTI Móvil, las dos empresas privadas que compiten con Ancel. ¿Qué cree Boffano que son esas personas? ¿Japoneses? ¿Mexicanos? ¿Gringos? No. Son uruguayos, trabajadores como él, con el mismo derecho a trabajar que él, sin las ventajas de que goza él que sabe que no lo van a despedir nunca y que, como funcionario público, debe rendir cuentas acerca de lo que hace a sus patrones. ¿Sabrá quiénes son sus patrones el señor Boffano? No son los gerentes de Antel ni los directores de la empresa. Son los tres millones de uruguayos, incluidos los que trabajan en Movicom y en CTI Móvil, de cuyos bolsillos sale la plata para pagarles el sueldo a Boffano y a sus compañeros.

Habrá quienes crean que se trata de un caso aislado o de excepción. Sin embargo, no es así. Boffano no está solo en el Uruguay. La "cultura Boffano" está muy extendida a lo largo y ancho del país como para tomársela a la ligera. La "cultura Boffano" ha engendrado con éxito en los últimos años movilizaciones populares y referendos disparatados, que han condenado al Uruguay a vivir en un atraso perpetuo y lo han puesto casi al margen del mundo. Los responsables por las colas en los consulados de Italia y España no han sido el "neo-liberalismo" ni el "capitalismo salvaje" ni el capitalismo a secas, que nunca existieron en el país posdictadura, salvo en los discursos demagógicos de los que bien saben que lo que hubo y hay aquí no difiere en nada del más puro y asqueroso mercantilismo prebendario. Nunca hubo un "capitalismo en serio", al decir del ministro José Mujica.

El ancla que tiene al "barco Uruguay" parado en el medio del océano ha sido la "cultura Boffano". La "cultura Boffano" parafrasea al presidente Vázquez y en vez de decir "dentro de la Constitución, todo; fuera de la Constitución, nada", dice "dentro del Estado, todo; fuera del Estado, nada". La "cultura Boffano" es astuta, porque se auto-envuelve con el palabrerío que sabe que "entra" (solidaridad, pueblo, progresismo, cambio, soberanía, etc.), pero encarna la más cruda insolidaridad, no sirve al pueblo en nombre del cual habla, atrasa las cosas en lugar de hacerlas progresar, conserva y no cambia nada, y nos hace cada vez más dependientes y menos soberanos. La "cultura Boffano" expulsa a los jóvenes a buscar horizontes en otras tierras, contribuye al envejecimiento de la población, ahueca la pirámide social justo donde más se la precisa -allí, en el medio, donde está la gente en edad de producir y trabajar- y sepulta cualquier esperanza de los desheredados de la tierra para salir algún día de la tristeza en la que viven. Y la "cultura Boffano" es, por si fuera poco, hipócrita como pocas. Sutel también le negó el uso de sus locales a las viejas "murgas compañeras", como Falta y Resto, por ejemplo, acusándolas de haber cometido el delito de lesa nación de haber sido esponsorizadas durante el último carnaval por CTI Móvil. Ellos, luchadores de todas las horas por las causas en las que creen, también, ahora, son traidores y vendepatrias.

Pero ni Boffano ni sus compañeros de Sutel mastican vidrio. Mientras atacan a los "traidores" porque hablan por teléfonos diferentes a los de Ancel y, así, "venden" la patria y se convierten en agentes antinacionales, ellos no se andan con vueltas para cuidar su propio dinero. La plata de Sutel, el sindicato que preside Boffano, no está en el Estado. No está en el Banco de la República, ni en el Banco Hipotecario, ni en Letras del Tesoro uruguayo ni en nada que se le parezca. Está, a buen recaudo, en el banco francés Crédit Agricole, una de las instituciones financieras transnacionales más importantes de la Europa Occidental que, en la "cultura Boffano", integra la porción del mundo que le chupa la sangre a los pobres desgraciados de la otra porción. Allí, a las sucursales de Crédit Agricole, la Tesorería de Sutel dirige a sus afiliados del interior para que paguen la cuota sindical.

El señor Boffano seguramente cree que es "solidario" y "progresista", y por eso señala las "contradicciones" de los demás. Pero los hechos no lo respaldan. La "cultura Boffano" es capaz de robarle la esperanza a los uruguayos en un abrir y cerrar de ojos.

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