No hay nada mejor...

No hay nada mejor...



Que una noche de luna llena en noviembre, cuando la primavera avanza hacia el verano
y que en esa noche sople con insistencia el viento del sur
que con esa insistencia desordene las cosas y que baraje los recuerdos al azar
sin ningún tipo de orden
que los recuerdos aparezcan en desorden alfabético,
que Katherine sea ni la primera ni la última,
que salga en un sorteo de la memoria y que cada recuerdo aparezca como salido de una galera de un mago sin aviso.

No hay nada mejor para un buen plenilunio de casi fin de año
que un montón de risas y sonrisas y recuerdo de pieles suaves y cuerpos en movimiento
sin tener idea de cuál aparecerá primero o saldrá al final del acto al escenario,
no hay nada mejor que eso con una buena dosis de buen viento en las velas,
nada mejor para enfrentar otro verano de soles más allá de la órbita de Actea 29
el planeta imaginado al que vamos navegando a través de la Vía Láctea
impulsados por el viento del Sur,
el viento que nos desordena los recuerdos y los mezcla.

Que en ese cocktail de medianoche que el barman del bar de Rick en Casablanca
agita de la mano de Tánger Soto
mientras Corto Maltés se tomó la séptima acodado en el bar peleando con Rasputín
ante la mirada benévola y campechana de Lord Jim
que a la mañana siguiente
zarpará en el Nostromo rumbo a la Osa Mayor
la moneda de oro al que aviste a la ballena blanca clavada en el palo mayor del Pequod.

No hay nada mejor para cruzar de un océano a otro
que tener el viento del sur a pleno en una noche como ésta,
en que navegamos tierra adentro de nuestro universo
tocando cada tecla, cada acorde, cada genoma disperso como en un repaso de todas las cosas habidas y posibles,
no, no hay nada mejor que esto.

No hay mayor placer que la noche en el puente de mando
sintiendo los motores ronroneando sus ciclos atómicos debajo nuestro
viendo cómo al avanzar hacia Tierra de Fuego y las Tres Marías
vamos dejando una estela de espuma y de fotones para que el resto de la flota siga nuestra ruta.

Ya casi amanece en esta ruta del Sur, es época de jazmines y de Navidad,
de hacer cuentas otra vez para ver la carta esférica
que nos lleva cada vez más lejos, cada vez más rápido,
tú y yo en el puente
yo preocupado mirando el astrolabio y la brújula
tú en calma detrás mío, tu cabello al viento,
tu mano sobre mi hombro para darme firmeza al llegar a los arrecifes,
siento tu sonrisa
siento un aleteo y sé, siempre lo supe,
que para llegar al fin del viaje,
no tengo que darme vuelta porque no puedo dudar de que estés ahí.

No hay nada mejor que navegar
salir del puerto con las farolas apagadas
tomar el canal del sur e ir hacia él sin la más mínima duda.

El viento de noviembre se hará cargo del resto.