En torno a una foto
Acabo de ver en Facebook una foto, la que muchos de ustedes han visto publicada decenas de veces. Lo que sigue a continuación es lo que escribí ahí explicando la historia de ella, la que saqué en El Cordobés en el año '85 y que tengo colgada encima de mi escritorio, como estaba también en Equinox de la calle Ellauri y a la que mi amigo Ernesto le sacara esa foto publicada en Facebook; se ven las tablas blancas de la pared del local, alrededor del marco de la foto. Creo que me salió bien.
Me hizo recordar ese momento estelar, irrepetible.
Yo no era -ni soy- blanco, en casa se votaba al Partido Colorado y Wilson a mí me tenía sin cuidado. Eso, antes de la dictadura. Durante la dictadura, varios amigos blancos andaban con los discursos en casette de arriba para abajo, pero no me llamaban la atención, fue recién cuando fui a Buenos Aires, al asumir Alfonsín, cuando conocí al Wilson que a mí me encandiló, el Wilson de la vuelta. Ahí me hice fanático, un converso, un porlapatrista total. Era Wilson el único en mi vida, que me había hecho creer políticamente en algo. Ese Wilson, el del vaporcito de la carrera, el Wilson que volvió del norte. Del anterior no sé nada, no lo seguía ni antes ni ahora, reconocí si, es cierto, sus palabras de desplante el día del golpe, me gustaron pero nunca fui ni soy blanco ni colorado ni menos que menos frentista, siempre fui independiente, politicamente agnostico, salvo en ese momento.
Terminado el discurso en la Casa del Partido Radical, yo, que había ido con reluctancia, le dije al amigo que me había llevado: "Ese es el hombre que necesitamos". Y ahí empezó mi fugaz actividad política. Llegué a Montevideo y, para escándalo de mis padres, embanderé mi casa, mi auto y mis trajes con insignias de "Por la Patria"; me había "convertido" y seguí a Wilson todo el tiempo. Mi amigo, Aureliano Rodríguez Larreta, blanco él, me lo presentó un día como "un Obes que se había vuelto blanco". La historia de mi familia es colorada desde los principios y a Wilson le hizo gracia. Me dice: "Vos Obes, ¿sos blanco ahora?" Y yo, como quien habla con el Supremo, todo tímido, le digo: "No Wilson, no soy blanco, soy de Por la Patria". Se mató de risa.
Era un momento como los que los ingleses llaman "de gloria" y por ese momento, que duró hasta que Wilson murió, tuve la esperanza de que Uruguay iba a ser algo diferente a lo que había sido siempre. Después, bueno, después de Wilson, después de conocerlo, verlo, no hubo nada más.
Es la eterna lucha de los latinoamericanos, en busca de un caudillo. No tenemos partidos con lineamientos fuertes, no importa tanto quién esté a la cabeza si está alineado con los lineamientos partidarios. Por eso ganan los que nunca pensamos que ganarían en circunstancias normales; la disciplina partidaria de este país conservador desde su derecha a su izquierda, hace que aborte todo intento de renovación. Las cabezas de los liberales que asoman en los partidos, en todos ellos, son cortadas apenas aparecen.
Francamente, repito eso de que nos falta un Wilson y no lo digo de forma ideológica ni partidaria, sino de que nos falta un punto de referencia como lo tuvieron los ingleses en Churchill durante la guerra; nos falta un icono vivo de esa envergadura para creer que es posible una transformación de la sociedad. Creo que con él quizás hubiera sido posible; pero no fue, la historia ya la sabemos todos.
Más tarde, parafraseando a una película española del momento llamada "Gary Cooper que estás en los cielos", escribí una nota que está por ahí -NO la voy a republicar- que se llamaba "Wilson que estás en los cielos" y que hablaba de la necesidad de aferrarse a algo enorme y de tal poder como para transitar por momentos de incertidumbre, esos momentos oscuros que van desde su desaparición trágica, de su frustrada batalla, hasta el día de hoy.
Para mí, tiene la envergadura de un héroe, lo fue en los términos clásicos y trágicos, fue para mí un personaje mitológico, de final trágico, insisto. Es por eso que yo hoy miro con reluctancia a todos los que actúan en política, no por culpa de ellos sino porque, para mí, no hay nadie que pueda, al día de hoy, retomar esa lucha. Y es una pena. Como dijo Rafa Rubio una vez, en mi local de Ellauri: "¡Bocha, nos falta un Obdulio!"
Pero tuve la suerte de sacar esa foto, de conocerlo un poquito y eso fue un don, un regalo que me dio la vida. Estoy profundamente agradecido por haber sentido tal entusiasmo por algo, cuando muchos no lo han tenido y cuando las generaciones que llegaron luego no lo tienen.
En algún recóndito rincón aún sigo esperando, ingenuamente, que llegue alguien y levante esa bandera.
En algún recóndito rincón aún sigo esperando, ingenuamente, que llegue alguien y levante esa bandera.
Gracias por permitirme esta digresión en torno a una foto.
Cariños a todos.
Félix Obes Fleurquin
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