Equinox Fin de Semana

Notas de Felix Obes Fleurquin y del Semanario Equinox Fin de Semana de Uruguay

Wednesday, October 20, 2010

Kabul & Bagdad blues after midnight


Kabul & Bagdad blues after midnight

¿Cuál es tu ringtone, el que te define?


No tenemos idea de qué línea de conexión tenemos con las naves que circundan Solaris 8 pero sí sabemos el código fuente de la próxima aventura y sí sabemos -o creemos saberlo-, el binario de tu sonrisa, el ADN metromático de la curva de tu cuerpo bajo la luna de mayo, el olor a ti y a muchas ti que podrían ser ti, ti, tú quizás, tú de muchas formas: tú sentada, tú en la niebla, tú bajo el sol, tú caminando bajo la nieve. Ti, tú y tu código binario en GNU al toque de un programa que arranca el día que te reís de mis estupideces y termina bajo la lluvia al otro día, en la otra curva del espacio, mirándome a los ojos, en una calle de Kabul, entre los disparos, con la confusión de la guerra, esa noche escuchando blues a la luz de las bengalas de la artillería, tomando café en Kabul mientras la guerra hace su obra.

¿Cuál es tu id, tu nickname, tu código fuente? En un mundo de bits y byts y bytes y putadas como esas, de signos y estupideces simbólicas y pelotudos de corbata y maletín, de giles de celulares complicados y de mujeres de pantalón que juegan a ser hombres porque no se animan a mostrar sus piernas; un café en Kabul o en Bagdad tiene sentido porque es la hora para mirarte a los ojos, tus ojos de almendra, tus ojos como yo los pienso, inmensos y abiertos mientras yo hablo de estupideces y tú me escuchas con cariño y paciencia, porque en Kabul, una mujer de rojo como tú, una explosión cromática, es equivalente al descubrimiento de un planeta Tierra más allá de la Cruz del Sur.

Velas fotónicas, motores atómicos, hiper espacio, viajes de una dimensión a otra en un blink of your eyes, un salto galáctico al ritmo de un beso de mayo, un barco a vela, viejo barco con olor a sebo, a brea, a pólvora, a sudor, viejo barco que baja despacio desde su rada. Una tripulación de piratas con hambre de mujeres y oros que van hacia esa galaxia que será nuestra por las malas o las buenas, piratas jodidos, hijos de las mil reputas, soldados del tercio de Flandes, mercenarios de la Quinta de Orellana, hijos terceros enrolados a patadas en el culo en la flota de Nelson, los que van a morir en primera línea la mañana de Trafalgar, los que comen ajo, los muertos de cada batalla, los soldados de verdad.

Y en esas cosas, yo, que soy un soldado de un regimiento olvidado, paracaidista lanzado entre Bagdad y Kabul, entrenado para la guerra, formado en línea de batalla como en Balaclava, uno más de la delgada línea roja que sobre las colinas de Crimea, es la única defensa para una carga de caballería que terminará en un desastre.

Es de noche, en Kabul la artillería martilla sobre el talibán, en Bagdad los marines hacen lo que pueden en su Vietnam en el Golfo y la guerra sigue en pie como sigue la historia de ti, de tu código, de tú, de ti, ti, tú... y nos vamos.

Un café a la luz de las explosiones en Kabul, noche de guerra, sentados en sillas primitivas para corresponsales de guerra, incoming fire, chalecos antibalas, la noche en vela, jardines colgantes, fantasías, alejandrías, sueños.

Todo en perfecto desorden como debe ser.

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