Equinox Fin de Semana

Notas de Felix Obes Fleurquin y del Semanario Equinox Fin de Semana de Uruguay

Wednesday, December 02, 2009

Un misterio misterioso y otras notas sobre el presidente electo

Un misterio misterioso
Es un misterio misterioso, como dice Maia. Lo que sabemos es que el presidente electo es José Mujica, cosa que ya sabíamos hace más de un año cuando todas las personas del FA rezaban para que Lacalle fuera el contendiente de Mujica, cosa que se dio cantado y ganado casi sin sorpresas, si el ahora futuro presidente hubiera sido más parco de palabras. Más de eso no sabemos y todo lo que se escriba es una mera proyección de expectativas, miedos, bronca en el caso de los férreos opositores que hoy están de luto, como si hubiera caído una bomba nuclear en Uruguay.

Yo creo que dejando de lado esos miedos, ya se acabó la batalla -por decirlo en términos que usábamos cuando jugábamos a los soldaditos de chicos- y es por lo menos el momento para dar cierto crédito, que luego retiraremos o no, al gobierno que una mitad más 5 del país ha elegido en elecciones, que aun siendo como dije antes, las más piores de mi vida, han sido impecables desde el punto de vista de su legalidad y por el comportamiento de los votantes y no hay lugar a crítica ni queja. Creo que es un momento en que debemos apostar a algunas cosas: que Mujica no haya mentido mucho y que su respeto a la legalidad sea el que él dice. Más nos vale, más les vale, ojalá así sea y los fantasmas nazis y chavistas que agitamos queden para el anecdotario de una campaña violenta y rabiosa.

Pero se acabó, ya Mujica dejó de ser, para mal o para bien, un candidato para ser legalmente el Presidente de la República y a menos que falle en su cometido, es impropio, en este momento, criticarlo a priori con las proyecciones que cada uno tiene para sí mismo. Esa guerra de hace treinta años está terminada y ahora queda claro que a la mayoría de la población el tema no le importa en el momento de elegir un gobierno.

Escribía en Facebook el mismo día de las elecciones:

"Demasiado rencor, demasiada rabia, negando la realidad no se gana nada. Acepten los hechos y apuesten a que cuanto mejor hagan las cosas, mejor nos va a todos. No seamos malos perdedores, la otra mitad que ganó es parte de nuestra vida diaria, basta de quejas, reproches y broncas. A trabajar todos, que la vida continúa.

Que los enojados descarguen su frustración, no contra la mitad del país que ganó, sino contra sus propios líderes que NO fueron capaces de ganar. ¡Que renueven ese partido de una buena vez! El ejemplo del Partido Colorado, que empezó desde casi cero a un digno lugar -aún minoritario pero renovado- sirva de referencia; están enojados con la gente equivocada, los líderes que perdieron deben dejar sus cargos de mando y ser referentes filosóficos como en el Partido Colorado otros viejos líderes lo son; irse a su casa y dejar que jóvenes capaces tomen la posta, si no, hay Frente Amplio para diez años más. Es hora de reflexión, no de bronca con la otra mitad que está feliz y festejando.

Me sorprenden mucho los que están de "luto" como si hubiera caído una bomba atómica. No es así, hubo un cambio muy grande que ya estaba previsto desde hace muchos años y que la gente no quiso ver, no es hora de lutos ni de crear grupos de "odio a fulano" o de decir fulano no es mi presidente, porque no es así. Mujica es Presidente de la República por sus propios méritos y por debilidad de sus adversarios, ganó en pleno derecho y lo que hizo en el siglo pasado no pesa ya, sino lo que haga de hoy en más, condenarlo a priori es de una irresponsabilidad suicida, pero hay que estar atento a lo que hace, nada más, ya que, por ahora, COMO PRESIDENTE ELECTO, no ha hecho nada más que intentar brindar calma. Esperar y ver."

Lo edité un poco, pero más o menos la idea se entiende, no agitar el bote porque estamos todos dentro. No sabemos nada sobre nada, qué ministros habrá, lo que será una indicación ni si la famosa y temida "barra" gravitará y cuánto en la toma de decisiones. Sólo esperamos que mucha gente que votó a esta opción con la esperanza y el convencimiento que se respetaría la legalidad democrática, vean sus deseos cumplidos. En eso se va la vida y el éxito del futuro de esta República.

Nada más.

Los saluda,

Félix Obes Fleurquin

Agrego notas recientes de otros escritores que considero muy oportunas
Mujica(*)
Por Por Gabriel Pereyra

El desenfado, el pragmatismo y la seducción fueron más efectivos que los fusiles

El 16 de marzo de 1985, dos días después de haber sido liberados tras más de 12 años de duro cautiverio, los líderes del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros –pelo al rape y rostros curtidos por los áridos calabozos y los húmedos aljibes cuartelarios por donde habían desfilado en condición de rehenes de la dictadura (1973-1985)– recibieron una invitación para hablar en un acto del movimiento 26 de Marzo en el club Platense. El grupo de “viejos”, como se conocía a los líderes tupamaros que sobrevivieron primero a la guerra, luego a la tortura y por último a la cárcel, designaron para pronunciar aquel discurso, en un momento histórico tan delicado, a José Mujica. ¿Casualidad?

Mujica se plantó aquel día ante un público básicamente juvenil y, delante de un cartel que decía “somos un pueblo que camina hacia la liberación nacional”, improvisó un largo y variopinto discurso, con un estilo no muy diferente del que se le conocería luego, cuando se transformó en el fenómeno político y comunicacional que ayer fue destacado por los periodistas extranjeros que intentaban desentrañar –¡pobre de ellos!– cómo fue posible que en un país donde la democracia, la paz y la medianía son religión, haya podido ganar un hombre que asumió la más radical y violenta de la posiciones políticas.

Si aquellos jóvenes del club Platense esperaban un llamado a la revolución, o una convocatoria a incendiar la pradera, se fueron frustrados, y no sería la última vez que Mujica arremetería contra el status de los suyos.

“Solo una actitud democrática permitirá una maduración política masiva de esa inmensa potencialidad. Hay que ser democráticos, tremendamente democráticos. Es la hora de tener claro que ante el dilema centralismo o democracia, hay que inclinarse por más democracia”, les dijo Mujica a los militantes que lo miraban con tanta extrañeza como admiración.

Desde aquella tarde en el club Platense, Mujica comenzó a tejer una trama política que mostraría los grados de pragmatismo a los que estaba dispuesto y así, abrazándose con culebras y tragándose sapos, construyó el Movimiento de Participación Popular (MPP), una fenomenal herramienta político electoral de la que él es el corazón y el alma.

Cultivando como delicadas flores, y rumiando con paciencia de preso los mecanismos que ofrece la democracia liberal, Mujica conquistó así lo que por la vía de las armas no pudo. Ningún experto en marketing lo habría hecho mejor.

Fue, según la ocasión, político de aparato, abuelo cascarrabias, sabio consejero que más sabe por viejo; y muchas, muchas veces, fue el agresivo, el de la mala palabra, el de los deslices políticos. Pero nada le hizo mella. Por momentos pareció que todo le estaba permitido a este dirigente que se salteaba las eses como los formalismos políticos emparentados con viejas y caducas formas de hacer política, a la que los votantes hace tiempo le están dando la espalda.

Para los del campo fue el hombre con tierra entre las uñas; para los pobres, el político que se vestía y hablaba como ellos, el político que no parecía tal; para los medios de comunicación, fue la figura del rating asegurado. Por eso, y por otras razones, las cámaras se enamoraron hasta de sus exabruptos.

Aunque hizo todo lo posible para no ser empujado a esta paradoja de la vida, es decir, muy a su pesar, Mujica alcanzó la cumbre, no con los últimos suspiros –cada vez se lo ve más dinámico– pero sí con la respiración de quien sabe que la biología le apura el paso.

Ahora, en sus manos de chacarero descansa la continuidad del proyecto de la izquierda, el cetro de máximo líder político, y las esperanzas de quienes creen que un Uruguay diferente sigue siendo posible.

Su triunfo es una mezcla de perseverancia e inteligencia política sazonadas con grandes dosis de desenfado, pragmatismo y seducción. Su triunfo también es una señal de los amplios grados de tolerancia política que siguen existiendo en Uruguay, un país donde la democracia puede premiar a quien tuvo tantos roces con ella, y donde un hombre puede llegar a la cumbre después de haber estado, literalmente, en el fondo del pozo.


(*) Este texto fue publicado en la edición de El Observador de este lunes 30 de noviembre

Pares y nones

Gerardo Sotelo en Montevideo.com

El domingo pasado volvió a ganar el FA. La afirmación parece obvia pero no lo es. Si el triunfo hubiera sido sólo de Mujica, Uruguay podría ser como tantos otros países de América Latina y su democracia marcharía al vaivén de las modas, las crisis y los caudillos. Pero ni siquiera el presidente electo, con su extraordinaria popularidad, habría alcanzado el sillón presidencial por fuera de una estructura partidaria largamente arraigada en el favor de los ciudadanos. No en Uruguay.

Para buena parte de la oposición, el sucesor de Vázquez despierta aún temores y reservas. Algunos, como el ex presidente Sanguinetti, sostienen que las causas de este recelo no hay que buscarlas en el pasado sino en el presente. Las declaraciones y actitudes de Mujica de los tiempos recientes serían suficientes como para desconfiar de sus convicciones democráticas.

Después de todo, advierte Sanguinetti, ahí están Venezuela y Argentina como dos ejemplos de gobiernos legitimados por las urnas, que terminaron comprometiendo la "calidad de la democracia" por no "respetar suficientemente las leyes".

¿Es posible que el sistema político uruguayo derrape hacia tales extremos? Quien crea que ganó Mujica, podrá temer por la victoria de un tipo de liderazgo con costados populistas. Sin embargo, sería una respuesta pobre y errónea. Lo que ocurrió el domingo fue el capítulo final de la victoria frentista iniciada en octubre. Por cierto que los votos otorgan legitimidad pero no razones, pero sería un nuevo error de la oposición despreciar la vocación democrática de quienes conformaron semejante mayoría. Nuestro sistema político funciona bien porque logra atraer con su formidable fuerza centrípeta a todo el que quiera prosperar en política, lo que incluye a los antiguos réprobos de la democracia.

El propio FA había seguido ya un derrotero de moderación desde la restauración democrática hasta la victoria de 2004. El mismo que le permitió a este antiguo guerrillero convencer al 52 por ciento de los uruguayos de su capacidad para liderar el país durante los próximos cinco años. Buena parte de la dirigencia opositora no pudo o no quiso comprender que la mayoría de los ciudadanos no ve en Mujica una amenaza sino un par, alguien del llano en quien se puede confiar. En la peor hipótesis, estaremos ante una fachada, construida deliberadamente para conquistar el poder. En la mejor, será el resultado de un proceso de morigeración de los extremismos, una fuga hacia el centro típicamente uruguaya, que le ha dado a nuestra democracia continuidad y vigor.

El domingo pasado ganó el FA, la fuerza política mayoritaria de un sistema de partidos que privilegia la moderación y el acuerdo, y que exhibe últimamente un creciente aprecio por los líderes que surgen del llano y se expresan como pares. Un sistema de partidos que se robustecería aun más si la dirigencia opositora tomara nota del epicentro de esta nueva realidad, y no tan sólo del episodio electoral. Si así fuera, con el triunfo del domingo habremos ganado todos, de alguna manera.
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