Equinox Fin de Semana

Notas de Felix Obes Fleurquin y del Semanario Equinox Fin de Semana de Uruguay

Friday, March 06, 2009

Desmitificando al buen indio

Desmitificando al buen indio


¡Ayyy Blanca, me has matado!

Existe un escritor, un tal Galeano, que ha creado hace muchos, muchos años una escuela que yo llamo la del "Pensamiento voluntariamente estúpido" la que, basada en uno de los engendros literarios de mayor éxito en la historia de la venta de libros basura -sólo comparable al éxito, en su momento, de "Mi Lucha", "El Código Da Vinci" o la "Historia de HD"- este esperpento, "Las venas abiertas de América Latina", ha inventado una versión idílica de la América Precolombina, la que según Galeano y un coro previo de cacatúas coloridas como él, fue arrasada en su prístina virginidad por una avalancha de curas y soldados que hedían a vino y a ajo, a sudor y a metal.

Eso es, el final, lo único parcialmente cierto de la historia: que los conquistadores no usaban Rexona ni se lavaban los dientes con Kolinos; y es cierto, también, que eran una manga de hijos de mil putas despiadados que venían a buscar el botín, pero -y ahí la chantada de Galeano y sus seguidores- la otra parte de la historia es que los aztecas, mayas, incas y todos los demás hacían lo mismo todo los días: mataban, sacrificaban, arrasaban y todas esas sanas actividades que se ejecutaban antes del invento del aerobismo.

Las culturas locales que chocaron contra nosotros -porque los españoles somos "nosotros", ahora con desodorante, son nuestros antecesores- eran tanto o más brutas y salvajes en su trato con los otros que lo que éramos nosotros, que al menos teníamos ciertos códigos producto de una evolución social de 3500 años, lo que no impidió, es cierto, que los nazis organizaran los campos como quien organiza una kermés, ni le impidió a los soviéticos ser el mayor depredador del siglo XX, dejando a Hitler a la altura de un aficionado.

Leo de V. Hanson sobre el porqué los aniquilamos nosotros a ellos y no a la inversa. Porque, esa es la cosa aunque moleste, las civilizaciones crecen y chocan y se aniquilan unas a otras. Somos como hormigas, ni más ni menos, lo que pasa es que nos molesta aceptarlo, pero el mundo es violento y por la violencia se mueve; el resto dejémoslo para las mujeres, que para eso están, para mitigar los daños y tratar de contener la violencia.

"Si bien es cierto que los guerreros mesoamericanos eran diestros en el manejo de las armas, había dos factores que inhibían su capacidad para matar a un gran número de soldados enemigos.

En todas las guerras, la captura de prisioneros para los sacrificios humanos era prueba de excelencia en el combate y de prestigio social y, a la larga, resultaba esencial para la salud religiosa de la comunidad.

Con frecuencia, los sacrificios hacían las veces de espectáculos intimidatorios y terroríficos donde el derramamiento de sangre servía para advertir a cualquier adversario potencial de las consecuencias de una postura resistente.

Hay indicios de que en 1487 y durante cuatro días el rey azteca Ahuitzotl organizó la carnicería de 80.400 prisioneros en un sanguinario sacrificio colectivo celebrado con motivo de la inauguración del Gran Templo de Huitzilopochtli de Tenochtitlán: un gran reto en la historia de la muerte industrializada.

El ritmo de asesinatos de Ahuitzotl, catorce muertes por minuto durante 96 horas, supera el macabro registro diario de Auschwitz o Dachau.

La presencia de cuatro altares sacrificiales de forma convexa, dispuestos de modo tal que fuera fácil hacer caer a las víctimas por la pirámide, convirtió la ceremonia en un proceso de asesinato en cadena. Los verdugos se iban turnando por grupos y los que no habían intervenido sustituían a aquellos que estaban agotados de tanto golpear con sus machetes de obsidiana. Lo esencial era despachar a aquel tren de víctimas durante los festejos.

No conocemos el número de sacrificados en circunstancias normales, pero sin duda alcanzaba varios millares. Ixtiilxochitl creía que cada año moría uno de cada cinco niños de los pueblos tributarios de los mexicas, aunque la estimación, más baja, del obispo Carlos Zumárraga, que cifraba las víctimas cerca de 20.000 por año, es más plausible.

No deja de ser extraño que tan sólo unos pocos estudiosos hayan comparado la inclinación de los aztecas a acabar con miles de sus vecinos mediante el asesinato organizado con el exterminio nazi de judíos, gitanos y habitantes del este de Europa."

Volviendo a Galeano, admito que este gran farsante escribe bien y que una mentira bien contada -si no se conoce otra cosa que la estúpida versión de la historia que enseñan en escuela y liceo- es fácil de tragar y más fácil aún que sentarse a leer un libro escrito en serio, lo que crea toda una corriente de mucha gente que se cree estas cosas, como hay otras que les creen a los políticos cuando hablan o que se toman las letras de las canciones o los libretos de los telenovelas como ejemplos de vida; o aquellas que creen en los ovnis, en la homeopatía y en la reencarnación, porque creer en eso es más fácil que enfrentar las cosas como son en realidad.

No recuerdo si Galeano metía en su historieta a los charrúas y a todos los grupos neolíticos que vivían en esta llanura, creo que no, porque además de la fantasía endulcorada de "Tabaré", donde presenta a un indio más tonto e irreal que el del Llanero Solitario, no hay mucho qué decir, pese a que los historiadores, todos ellos bien intencionados, quieran darle un protagonismo que no tuvieron, pues lo que acá se hizo, lo hicimos nosotros los occidentales, para mal o para bien.

Quizás en Salsipuedes, que es un hecho real, tuvieron su segundo de revancha; al menos, para que un buen libro de un autor nacional (el calor me da pereza para buscar el nombre), relatara ese episodio en estilo cinematográfico, un libreto ideal para una película de las que acá no se hacen, cuando sí se hacen tonteras de pequeño pueblo, que no ayudan para nada a proyectarnos a una sociedad más moderna y más adulta.

De paso, Zorrilla siempre me pareció un plomazo; el plomazo sobre el que se inventó una historia que no fue, pero así pasa en estos países que tienen que inventar lo que no sucedió, porque si no, parecen paridos de la nada, de una suma de eventos fuera de todo control o plan. Cada vez que miro John Adams y veo a esos hombres que hicieron una República (con mayúscula) a sabiendas de lo que hacían, siento envidia. Me hubiera gustado ver nuestra historia con gente así, no con la suma de eventos que llevó a este, aún, intento de república.

Hasta la semana que viene.

Félix Obes Fleurquin
felixobes@gmail.com

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