Equinox Fin de Semana

Notas de Felix Obes Fleurquin y del Semanario Equinox Fin de Semana de Uruguay

Saturday, October 11, 2008

Aztecas, griegos, Alejandro Magno, Adolfo Hitler & nazis comunistas y persas



La ensalada del sabado de noche

Aztecas, griegos, Alejandro Magno, Adolfo Hitler & nazis comunistas y persas

Hola gente. Esta semana mi hija mayor se lleva el espacio que llamamos "Editorial" y yo que ando haciendo trabajo de ventas pagar las cuentas, seguir abierto -esas maravillas del libre mercado que acá en Uruguay funcionan para los particulares o privados- he seleccionado un par de textos de dos libros que estoy leyendo; el primero, el que sigue a esto, del tomo 2 de "Criptonomicon" de Neal Stephenson, un diálogo que me hizo ver el episodio de la conquista de América, tal cual yo lo pienso, nada de acuerdo con esa versión políticamente correcta hoy día, de que los malvados europeos cayeron como bestias a escabechar a unos indios que vivían al estilo de "el buen salvaje" que nunca fue bueno ni malo, sino salvaje y humano.



A muchos no les ha gustado la película "Apocalyto" de Gibson, a mí sí, porque rompe con el esquema de que acá era el paraíso en la Tierra antes de la llegada de nosotros, los conquistadores europeos que por humana lógica, nos estábamos expandiendo en busca de tierras y alimento, tal como lo hacen todos los seres vivientes desde las bacterias hasta los turcos, pasando por las hormigas y los virus, que somos todo lo mismo -ADN más o menos complejo, pero ADN al fin- con patas, alas, esporas, pero ADN y chau.

Y expandiéndonos nos dimos de cara con estos indios y resulta que éramos más eficientes en el arte de la guerra, que de matar se trata y robar lo que el otro tiene, porque no hay expedición de bantúes, chinos, otomanos, irlandeses o mayas que haya salido de su territorio en busca de más, que lo haya hecho con el ánimo de repartir caramelos.

No digo que sea bueno ni malo, es así, de esta manera es el Universo y por eso, hasta que nos encontremos como civilización con quienes sean más eficaces en el arte de la guerra, la cosa será así.

DE CRIPTONOMICON
de Neal Stephenson

"...aztecas siglos antes de que apareciesen los españoles. ¿Sabes qué hicieron esos cabrones de los aztecas, Randy?

Randy usa las manos para limpiarse el sudor de la cara.

-¿Algo inenarrable?

-Odio la palabra «inenarrable». Debemos narrar esos actos.

-Narra entonces.

-Los aztecas hicieron veinticinco mil prisioneros de Náhuatl, se los llevaron a Tenochtitlán y los mataron en un par de días.

-¿Por qué?

-Una especie de festival. El fin de semana de la Super Bowl o algo así. No lo sé. Lo importante es que cometían continuamente cabronadas como esa. Pero ahora, Randy, cuando hablo de acontecimientos como el Holocausto en México, ¡me ofreces esa mierda sobre los desagradables y cabrones españoles! ¿Por qué? Porque se ha distorsionado la historia, ese es el porqué.

-No me digas que vas a tomar partido por los españoles.

-Como descendiente de personas expulsadas de España por la Inquisición, no me hago ilusiones con respecto a ellos -dice Avi- pero, en sus peores actos, los españoles eran un millón de veces mejores que los aztecas. Quiero decir: realmente habla muy mal de los aztecas el hecho de que cuando los españoles aparecieron por allá y lo destrozaron todo, las cosas mejoraron un montón."

DE "MATANZA Y CULTURA"
de Victor Davis Hanson

En este otro libro, comprado en Buenos Aires, que aún estoy leyendo y del que seguro van a recibir más notas al respecto, está ese concepto de superioridad militar de Occidente, establecido desde la polis griega, donde los cien mil de Jenofonte & Cia. sobrevivieron a su aventura por su forma de pensar el mundo -eran una república en marcha, ya la semana pasada o la otra publiqué algo de eso- que de haber sido 100.000 persas en territorio griego, no lo hubieran logrado. Es verdad lo que dicen las imágenes del cómic "Los 300", que los persas iban al combate a las patadas en el culo, como iban los rusos en Stalingrado donde murieron tantos rusos a manos de sus jefes como por arte de los alemanes; mientras que los griegos, en la mayor parte de las guerras y luego los occidentales, peleaban voluntariamente o en base a un contrato, esa capitalista forma de ver el mundo que es uno de los elementos del éxito.

Nada de buenos y malos, esos son conceptos que no hacen a la realidad de los hechos.

En este libro fascinante, una caja de Pandora de ideas nuevas, encontré esto que sigue, en donde -y la verdad, recién lo veo así- Alejandro Magno fue una calamidad para Occidente en la interna griega, que los conceptos de república, libertades y consenso tuvieron que ser rescatados luego en Roma. Pero militarmente sí nos hizo un enorme favor: destruyó al Imperio Persa que nos estaba amenazando y con el que Grecia -es decir, nosotros- teníamos una cuenta pendiente. Debemos darle las gracias por eso, de lo contrario, lo que somos hoy jamás hubiera sido posible.

La comparación de Hanson de Alejandrito con Adolfito me dejó estupefacto, admito, no se me hubiera ocurrido nunca.

Siempre dije que la Alemania nazi y la Unión Soviética eran igualmente criminales, pero que esta última era peor porque había empezado su genocidio antes y lo había seguido después del fin del nazismo, una con motivos raciales, la otra con motivos de clase, pero ambas genocidas. Y que la Segunda Guerra había sido un enfrentamiento entre dos bestias, con la participación secundaria de Occidente. Ganó la bestia roja, fue el principal ganador de la guerra y medio mundo civilizado hubo de esperar con paciencia hasta 1989, cuando Europa del Este, sumergida en la brutalidad comunista, pudo ser lo que es hoy y volver a Occidente.

Nada más.



"La época helénica (323-31 a.C.) comenzó con la destrucción de la libertad y de la autonomía política griegas a manos de Alejandro. Su introducción de la cultura militar griega al otro lado del Egeo y el estímulo económico que supuso la inundación de Grecia con el oro y la plata de los tesoros imperiales de Persia, que hasta el momento habían permanecido almacenados y sellados, alentaron la opresión política y la disparidad económica, aunque atrajeran a escritores y artistas a las nuevas cortes de la época. Allí donde había habido polis griegas autónomas, dejó monarquías explotadoras, que no obstante se basaron en las tradiciones occidentales del racionalismo y el aprendizaje interesado para crear ciudades, obras artísticas de envergadura y una agricultura y un comercio muy sofisticados. En el mundo de Alejandro no había espacio para patriotas y políticos, pero los sabios y los artistas tenían mucho más oportunidades y dinero que en el pasado.

Pese a su devoción por la cultura griega, cuando murió, Alejandro era el hombre más parecido a Jerjes que a Temístocles. Bajo las dinastías helénicas que le siguieron, la milicia de ciudadanos dejó paso a los mercenarios y la guerra consumió presupuestos y mano de obra en cantidades astronómicas. La libertad de mercados, la investigación en tecnología militar y la mejora de la logística se combinaron para crear unos ejércitos occidentales inimaginables algunas décadas antes. La idea oriental de un rey divinizado se convirtió en norma en los Estados de los diádocos, con sus acostumbradas megalomanía, opresión y muertes gratuitas, que todos asociamos con las teocracias. Algunos estudiosos equiparan a Alejandro con César, Aníbal o Napoleón, con quienes compartían una voluntad de hierro, un genio militar innato y la búsqueda de un imperio más poderoso de lo que los recursos naturales de su tierra nativa les permitían. Alejandro, en efecto, guarda afinidades con todos ellos, pero a nadie se parece más que a Adolf Hitler, comparación repulsiva que sin duda ha de sorprender e incomodar a la mayoría de especialistas en cultura clásica y filohelenos.

Hitler también ideó y llevó a cabo una brillante pero brutal marcha hacia el este en el verano y el otoño de 1941. Tanto él como Alejandro eran singulares genios militares occidentales conscientes de que sus cuerpos móviles o tropas de choque no tenían parangón en el mundo. Ambos fueron aclamados como místicos y, aunque los movía el saqueo y la rapiña, adoptaron la apariencia de emisarios que trasladaban al este la "cultura" occidental y se proponían "libertar" a los pueblos oprimidos de un imperio asiático centralizado y corrupto. A los dos les gustaban los animales, trataban a las mujeres con gran deferencia (aunque a ninguno de los dos les interesaban realmente), hablaban de su propio destino y divinidad y podían mostrarse muy corteses con sus subordinados pese a que planearon la destrucción de cientos de miles de hombres y finalmente mataron a muchos de sus ayudantes más próximos y de sus mariscales. Ambos eran filósofos populares semiinstruidos que salpicaban sus órdenes de destrucción en masa de alusiones literarias. Por cada promesa de "hermandad del hombre" hubo un "Reich milenario"; por cada casa de Píndaro salvada de las ruinas de Tebas, sueños de una nueva Roma en Berlín, por cada Parmenión destripado, un asesinado Rommel; por cada asolada Tiro, Gaza Sogdiana, una Varsovia o Kiev arrasada y por cada desierto de Gedrosia, un Stalingrado suicida.

De igual modo que Alejandro comprendía que el individualismo europeo y los conocimientos y experiencia del helenismo podrían forjar un ejército de elevada moral y por tanto servir a una autocracia temporal, Hitler aprovechó el rico legado de Alemania y de su antaño libre ciudadanía para crear una igualmente dinámica y temible guerra relámpago. La historia llama a Alejandro emisario del gobierno mundial y visionario, al tiempo que, con justicia, considera a Hitler un monstruo depravado y mortífero. Si Alejandro hubiera muerto en el Gránico, nada más entrar en Asia (un jinete enemigo estuvo a punto de partirle la cabeza en dos) y los panzers de Hitler no se hubieran quedado atrancados a kilómetros de Moscú en diciembre de 1941, algunos historiadores considerarían al macedonio como un megalómano desequilibrado cuya insana ambición terminó en un pequeño río próximo al Helesponto; y al dictador alemán un salvaje pero omnipotente conquistador que mediante brillantes y decisivas batallas derrotó al brutal imperio comunista de Stalin.



El fracaso de estos dos autócratas -el imperio de Alejandro se desintegró en belicosos feudos antes de caer en manos de Roma, mientras que el Reich milenario de Hitler duró tan sólo trece años- nos recuerda que la superioridad tecnológica, el concepto de batalla decisiva, el capitalismo y la disciplina sólo confieren a los ejércitos occidentales victorias efímeras cuando les falta el correspondiente cimiento de libertad, individualismo, control ciudadano y gobierno constitucional de Occidente. Debido a la complejidad y orígenes de la doctrina militar occidental, no hay duda que resulta más eficaz cuando se ve confinada a los parámetros que le dieron el ser. No hubo en la Antigüedad hombre más valiente en lo personal, brillante en lo militar y abyectamente criminal, que Alejandro, el antiheleno, el primer conquistador europeo de una larga lista."

Así nomás. Los espero la semana que viene, reciban un abrazo.

Félix

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