¡ 10 años de Equinox!
¡Diez años, qué lo parió, don Inodoro!
Maxi, que este viernes 3 -el día que Equinox nació- tenía 20 y ese día lo abríamos al público para festejar una patada a la maldita luna, diría Aufi, que es como nuestro Gary Cooper; él es quien nos enseñó a amar Internet y a diferenciar la arroba de la triple www. Carolina estaba recién saliendo del cascarón y cumplía 15 años, con una torta que el repostero hizo en forma equivocada, recién aparecía Andrés en su vida para llevársela de casa y hacerla una mujer que, 10 años después, me llevaría a Buenos Aires en el mejor viaje de mi vida; y las mellizas eran dos niñas de 11 años, Leti y Virginia, que repartían volantes por el barrio y las arreglaba con una mención en el Semanario que recién nacía o con una invitación a comer en el tenedor libre de un chino ahí cerca.
Eran días después y durante una crisis espantosa que había hechos trizas un sistema de vida (crucemos los dedos de manos y pies para que no nos tape el tsunami) y, a razón de la cual, había que salir a la red para sobrevivir como pequeña empresa, ofrecer algo diferente, dar un servicio distinto, ser un vínculo entre una supercarretera de la información y un pequeño pasquín de barrio que expresara angustias y cosas de gente como tú. Y ahí salimos hace 10 años, un 3 de octubre en que hacía más verano que primavera en una esquina de Pocitos, la que ahora es una postal en mi memoria, lugar donde todos ustedes fueron, tomaron su café, pasaron sus horas, el viejo búnker de Ellauri.
Luego los años pasaron, armamos el famoso Club que nos dio la posiblidad de seguir en línea muchos años y al que muchos de ustedes aportan su cuota famosa, la que nos mantiene vivos y escribiendo, no como periodista, que no soy nada de eso, sino uno de ustedes, un pequeño comerciante aficionado al teclado que cuenta su vida y la de sus hijos cada semana; un escribiente que narra en forma cándida y explícita sus temores y sus logros. Soy uno más que ha escrito y contado, durante diez años, la vida de su familia, una familia común, una familia que opina, habla, se queja y comenta como alrededor de una mesa de domingo al mediodía.
Nada más que eso.
He pasado escribiendo todo este tiempo para opinar sobre temas que todos hemos vivido y, en esta oportunidad que me dan ustedes, que me leen con paciencia, que leen Equinox Fin de Semana que, reitero, no es prensa sino un semanario aficionado, he pasado esta década gracias a todos ustedes, a mis cuatro hijos, a mis dos nietas -una en mano, la otra en viaje- lo que me da la cuenta del tiempo que ha pasado.
Sería injusto y poco serio que después de estos 10 años, no mencionara a Graciela Henze, madre de mis hijas, que fue quien con buen gusto armó el ambiente del local de Ellauri y que luego yo copié en Rivera; sería ingrato que no la mencionara pues -divergencias y diferencias- las madres de tus hijos son esas amigas que después de haber pasado las pálidas de los divorcios, una vez la vida recompuesta y todo saldado, forman parte de tu vida.
A ella, pues, un saludo especial, fue y es parte de este proyecto.
Una vez, hace mucho, casi al comienzo, cuando aún no estaba todo dicho, me dijo Carmen que, entre miles de cosas que escribí al azar, ésta era una de las mejores:
"Tenues, frágiles, casi imperceptibles al tacto, nebulosas
absolutamente y radicalmente femeninas las velas de un navío masculino."
Y le creo, eso valió diez años, aunque no sepamos qué hay después de eso.
Gracias por estar ahí, los espero dentro de 10 años.
Félix Obes Fleurquin
felixobes@gmail.com
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